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Publicado por
LORENZO BERNALDO DE QUIRÓS
León

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DURANTE DÉCADAS el turismo ha sido una de las gallinas de oro de la economía española. Esa situación empezó a cambiar desde hace unos años. Es cierto que no se ha producido un giro dramático a peor, pero también lo es que la industria turística española ha perdido peso en el PIB, un punto desde el año 2001, y nada indica que esa tendencia vaya a cambiar. Cada vez los turistas gastan menos en España y, cada vez, más españoles optan por salir fuera. El resultado es una suave pero persistente reducción de los ingresos netos procedentes de ese importantísimo sector de la economía española, el turismo. Esto resulta inquietante tanto por razones macroeconómicas, porque ayuda a financiar el déficit de la balanza de pagos por cuenta corriente, como microeconómicas. El aumento de la renta de las familias y la apreciación del euro explican la mayor propensión de los ciudadanos patrios a 'veranear' en el exterior, pero no la reducción de los ingresos dejados por los extranjeros en la vieja piel de toro. Esto indica que el grueso de la oferta turística española, la que no es de lujo, atrae a un tipo de individuos con escaso poder adquisitivo. España se ha especializado en un turismo mayorista de escasa calidad que, además, es el menos fiel porque su demanda de sol y playa le hace muy sensible a ligeras modificaciones en los precios y a la competencia de los países emergentes. Somos caros para quienes desean veranear barato y poco atractivos para quienes están dispuestos a dejarse más plata. Es un grave problema estructural. Una buena parte de la infraestructura hotelera española pierde competitividad a marchas forzadas. Eso la hace muy vulnerable ante la competencia de países sin tradición en esa industria pero que, precisamente por eso, tienen la posibilidad de construirla desde unas bases de modernidad que nuestra vetusta oferta de sol y playa ya no tiene. Por otra parte, el brutal abaratamiento de los precios de los vuelos hace muy barato desplazarse a otros lugares fuera del país a un coste total similar o más bajo que el español con niveles más altos de calidad. El turismo español necesita una rápida y urgente reconversión. De lo contrario, su futuro es una lenta e inexorable decadencia.

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