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Gente de aquí | Proezas con hilo metálico

Pasión por el alambre

Un leonés de 75 años de edad ha dedicado los ratos libres de toda su vida a construir coches de alambre; el bricolaje toma una nueva dimensión cuando es arte y casi roza la orfebrería

Publicado por
Elena Fernández - león
León

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A sus 75 años, este jubilado de la construcción no oculta su emoción cuando habla sobre su afición a construir coches con alambre, algo que le viene, asegura, de muy chico, cuando en su Almería natal, como en el resto del país, se vivía en guerra. Juan Aragón asegura que en más de una ocasión, y a pesar de la necesidad, prefirió ir a recuperar -a veces robar- trozos de alambre que a apañar jugosos higos que le hubieran ayudado a combatir el hambre que pudo sentir más de un día. Él recuerda algunos de sus coches con mucho cariño, uno que perdió y que le dolió mucho no encontrar, otro que preparó para un niño de una familia bien de alguna de las provincias que recorrió antes de parar definitivamente en León capital, donde lleva 45 años. Es aquí donde inició la que él considera como la joya de la corona de sus composiciones. Se trata de un vehículo que comenzó a finales de la década de los 60 y que pensaba tener terminado cuando naciera una de sus hijas -de los nueve que integran su prole-. La niña en cuestión tiene hoy 36 años y su padre lleva desde entonces introduciendo mejoras, cambios y renovaciones en un camión (él prefiere llamarlo coche) en el que seguirá trabajando el resto de su vida. Juan hace pruebas, intentos, desarrolla ideas, rectifica y, en fin, dedica tanto cuidado y mimo al artefacto que no duda en reconocer que le ha costado sangre, de los dedos entre los alambres en las zonas de más difícil acceso, sudor, durante la colocación de algunos elementos, y lágrimas, por sus ojos operados y el esfuerzo que para su vista le supuso alguna tarea vinculada al vehículo. «Parece como la catedral de Barcelona, donde yo trabajé, nunca se termina», dice, y reconoce que algunas partes se le han resistido durante tiempo. Tal es la pasión que siente por su creación que confiesa que guarda el coche en su propio dormitorio. «Yo he soñado con mi coche, está al lado de la cama, enciendo la luz, lo veo y me entusiasmo con ello», explica. Privarse de pequeños vicios para comprar rollos de hilo metálico no ha supuesto mucho sacrificio para él. «En vez de beber dos o tres vasos de vino, cogía y me compraba alambre», recuerda orgulloso. Aunque el camión, nos demuestra, aguanta su peso, él lo trata con suma delicadeza. Celoso de su obra, casi nunca la enseña, aunque su rostro refleja satisfacción cuando arti-lugio y dueño posan para unas fotografías y Juan comprueba que su pequeño tesoro llama la atención de los viandantes. «Ni que me den tres millones de pesetas yo lo vendo».

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