Diario de León

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DE LOS SOPORTALES a la retestera; por ahí fue el calendario: de Benavides a Quintana, la de Rueda, a estrenar un trozo de cordel merinero, camino-cañada que por aquí le dicen «colada», la colada de Mansilla en este caso, vieja senda pastoril que no se ha ido al cuerno de la luna negra, camino seguido por tantas vías pecuarias históricas de estos nortes ovejeros y trashumantes. El ayuntamiento de allí ha rescatado diez kilómetros de este cordel y eso constituye una inédita rareza en todita esta reserva indígena de castillos mordidos y leones que se encierran en un bostezo cabreado. Ahora ya no trashuman rebaños a pinrel con solana y polvareda con careas que muerden el culo a las ovejas pispas que se tientan al sembrado, a lo que llaman «el fruto», así que la colada resucitada servirá para pasearse, encontrarse pueblos, bicicletear o para que se alivien tractores y maquinarias de esa carretera donde la gente se envala camino de Cistierna y hay morrazos como si los rifaran. Las cosas guapas que además son útiles se gozan el doble. Consigne, pues, señor secretario, este rescate, justo en un tiempo en el que muchos pueblos malvendieron suelo comunal (y no vendieron también a su padre porque sin duda no lo conocían). Con el resultado de ventas como esa o de talar choperas en cauce robado y hecho canal, muchos de esos pueblos no saben qué hacer con el dinero de haber jodido el río y acaban jodiendo plazas y calles de la localidad gastándose pastón ganso en fuentes espantosas de piedra artificial con palanganonas, caballitos encabritados o sirenas con más tirabuzones que el coño de la Bernarda. La fuente que inauguraron el otro día en Cebrones del Río, por ejemplo, es un pedo blanco y sólido de lo más cursi; y le pega a aquella plaza lo mismo que un smoking a un carnero, aunque seguramente a muchos esta fuente de chalet hortera y enanitos de jardín les parecerá un colmo de regusto y modernidad. Cuando un garrulo se siente nuevo rico, hay que darle distancia o ponerle un seto alto para disimular sus repelentes fechorías. Es ese mal gusto que hoy es peste esparcida por todo sitio, dictadura de «mis pelotas». Si esto lo consentimos, después estamos opbligados a tragar tendidos de alta en valles de primor.

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