Diario de León
Publicado por
LUIS ARTIGUE
León

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PARECE QUE LOS CONTABLES dominan el mundo pero aún quedan pequeños reductos, luz, momentos; aún existen programas como «La Estación Azul» que cada domingo noche emite Radio 3 (00,00 horas). Es un espacio intenso en el que se entrevista a poetas, se leen versos, se recomiendan libros y se embellece el mundo al esparcir la fe en la justicia poética a través de esa magia palpitante que posee la radio nocturna. Javier Lostalé e Ignacio Elguero -casi el yin y el yan- ejercen como cabeza visible al conducir acompasadamente el programa, y lo cierto es que consiguen con sus diferentes talantes dotarlo del rigor selectivo que tiene todo lo especial. Pero no se trata de un programa elitista sino más bien uno interesante que ofrece al oyente el mensaje de que el panorama actual de la poesía en castellano es tan amplio y rico como nuestra geografía humana, y por eso existe un libro de poemas capaz de tocar el alma de cada uno de nosotros. Sí, existe un libro de poemas para cada persona aunque encontrarlo resulta tan difícil que mucha gente muere sin saberlo o sin conseguirlo. Al menos este programa de radio nos ayuda en dicha empresa fascinante. Todo aquel elegido que ha encontrado ya su libro de poemas vive y lee como tratando de repetir aquella iniciática emoción, y por eso ese individuo brilla de un extraño modo en cualquiera que sea su entorno, pues eso se nota. Es evidente. La presencia de la poesía se nota en nuestras vidas -es una forma de sentir que nos ilumina el rostro- y por eso la labor que este programa está haciendo trasciende lo laboral y lo radiofónico y llega a lo social e, incluso, a lo espiritual. Ahora que los medios de comunicación esparcen la idea de que todo tiene que ser rentable, y televisado, y vulgar, aquí está esta hora de radio transmitiéndonos la verdad de que también existe la elocuencia, y la locura revulsiva, y el grito convertido en música verbal, y la verdad, y la belleza... Ahora que cada vez se tiene más miedo a expresar lo que se siente aquí está la desnudez extrema que constituye la poesía. Ahora que la política nos decepciona con facilidad aquí está la verdadera ideología que reside en la poesía. Aquí está el altruismo humano y humanista de la poesía. Aquí están la imaginación y la lucidez globalizadas que nos hermanan con el mundo. Aquí está su poder para conmovernos, para hacernos reír o volar, e incluso capaz de denunciar sin ambages nuestro fracaso. «La Estación Azul» constituye una apreciable excepción en el conjunto de la radiotelevisión española -hay otras, claro- en este momento en el que la vulgaridad campa a sus anchas por las programaciones. Por eso humildemente puede considerarse esta columna como un sentido homenaje a este programa de radio casi utópico que está consiguiendo esparcir la minoritaria antorcha de la poesía por todo el país, y dando de paso un ejemplo de cómo los medios públicos de comunicación pueden emplear sus recursos y posibilidades para humanizar nuestra sociedad. En la oscuridad de un cuarto suenan poemas derritiendo la frialdad emocional de alguien; brillan poemas como música de fondo para los amantes; llega la poesía hermanando intimidades y poniendo un poco de serena intensidad en el trajín de la existencia. Como un soplo de aire nuevo, esta hora la radio posee un tono distinto capaz de sintonizarnos el cuerpo con el alma, y así al escuchar hasta nos reconfortamos con nosotros mismos al sentirnos un poco al margen, especiales, luminosas presencias en la noche del mundo como astros de luz. De todo lo que la radio puede hacer por nosotros destaca actualmente «La Estación Azul» por su capacidad esencial para emocionarnos y reconciliarnos con nosotros mismos. De hecho ese programa tan discursivo parece una pregunta brillante que se queda en el aire, y siempre asomará a los locutores el interrogante de si alguien habrá aceptado la propuesta, de si alguien habrá captado el secreto¿ La radio a veces es un monólogo. Y esta es una forma de decir, en nombre e alguna gente, gracias.

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