| Crónica | Estudio sobre las claves de la adolescencia |
La rebeldía adolescente se debe a cambios cerebrales en la pubertad
Angustia, rebeldía, retraimiento, rabia... Si su hijo de entre 10 y 16 años reúne estos síntomas, no se preocupe. Son cosas de la edad, de la adolescencia más bien. Pero si hasta ahora se conocía que esta es una etapa de la vida que hay que pasar con todo lo que ello conlleva, lo que se desconocía es a qué pueden deberse tales comportamientos. Sin que se hayan descifrado del todo las claves de la actuación humana durante la edad del pavo, un estudio elaborado por investigadores de la Universidad de College de Londres y el Instituto Británico de Salud Infantil sí ha encontrado una explicación: la angustia adolescente y las disputas con la autoridad se deben, probablemente, a cambios que tienen lugar en el cerebro durante la pubertad y que impiden a los chicos descodificar las reglas sociales. Función cerebral «Parece que ésta es una función cerebral que se desarrolla en ese momento», explicó el profesor David Skuse, miembro del equipo de investigadores que ha realizado el estudio, en la presentación del informe de conclusiones. «Es un fenómeno con base biológica del que, afortunadamente, los jóvenes se recuperan», agregó. Lo que ocurre, entonces, es que más que adolescentes rebeldes, deliberadamente obstinados o difíciles, sus cerebros pueden tener la imposibilidad de detectar signos sutiles de padres, maestros y otros adultos y descodificarlos correctamente. «La habilidad para interpretar un tono de voz irritado o una expresión facial de enojo pueden deteriorarse durante la adolescencia temprana», señala David Skuse. Pero el problema parece desaparecer a los 16 o 17 años. Skuse, quien presentó su descubrimiento en la conferencia de la Asociación Británica para el Avance de la Ciencia, llegó a estas conclusiones tras el estudio de 6.000 niños como parte de una investigación sobre el autismo, una condición que afecta a muchos más varones que a niñas. A todos los que participaron en el experimento, de entre 6 y 16 años, se les pidió que desarrollaran ciertas tareas, como recordar rostros, establecer contacto visual y distinguir emociones mirando fotografías de caras expresando felicidad, tristeza, rabia, miedo, sorpresa y disgusto. Interpretar emociones Según el investigador, a los seis años las niñas son mejores que los varones en interpretar emociones y reglas sociales. Pero, llegados a la pubertad, cuando el cuerpo pasa por cambios hormonales, los niños de ambos sexos pierden la habilidad para desarrollar estas tareas.