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LITURGIA DOMINICAL

La asignatura del perdón

Publicado por
JOSÉ ROMÁN FLECHA ANDRÉS
León

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NOS PASAMOS la vida dándole vueltas al problema y la tarea del perdón. Es ésta una de las asignaturas pendientes en la vida de las personas, de las familias, de los pueblos. En primer lugar, está el paso de pedir el perdón. Nos cuesta mucho solicitarlo, si es que llegamos a admitir que hemos ofendido a alguien. Pedir perdón nos humilla, nos hace abajarnos ante el otro. Y, sin embargo, nosotros no restablecemos las relaciones rotas hasta que el otro no nos ha solicitado nuestro perdón. Después está el problema de conceder el perdón o negarlo. Lo esperamos de los demás, lo exigimos incluso, cuando nosotros nos hemos equivocado. Pero nos cuesta trabajo concederlo, cuando somos nosotros los que nos creemos agraviados. En realidad, la cuestión del perdón se podría traducir hoy en términos de tolerancia. Queremos que toleren y acepten nuestras decisiones y manías, pero no estamos tan dispuestos a tolerar las actitudes y formas ajenas de pensar y de vivir. El evangelio de hoy nos ofrece una parábola inolvidable que refleja este doble rasero de medir (Mt 18, 21-35). Un siervo debe a su amo una cantidad inmensa, equivalente a sesenta millones de denarios. Se puede hacer un cálculo, teniendo en cuenta que el denario era el monto de un jornal diario. Ante los ruegos del siervo, el amo le perdona la deuda. En una segunda escena, el siervo perdonado se muestra él mismo incapaz de perdonar a otro compañero de servidumbre una deuda que le debía el equivalente a cien jornales. El juego de las cifras trata de subrayar la diferencia que hay entre lo que debemos a Dios y las ofensas que recibimos nosotros de los demás. Frente al siervo malvado, incapaz de perdonar a su colega, el amo reacciona con una dureza que sorprende en quien se había mostrado tan comprensivo con el deudor. Como observa San Juan Crisóstomo, «cuando debía diez mil talentos, el señor no lo llevó a mal ni lo injurió, sino que se compadeció; en cambio ahora que se ha mostrado cruel con un consiervo es cuando le dice: «¡Malsiervo!». Oración y programa La parábola culmina con una pregunta que el amo dirige al siervo despiadado: «¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?». En esa pregunta se nos recuerdan el don de Dios y la tarea humana . ¿ La parábola habla sobre todo de Dios. El núcleo del mensaje es precisamente esa revelación de Dios. Él es misericordioso. El creyente sabe que Dios se define precisamente por su misericordia inexplicable, casi escandalosa . ¿ Y , evidentemente, la parábola habla también del hombre. Como Él nos trata a nosotros, hemos de tratar a nuestro prójimo. «Y en esto es muy escrupuloso», escribe San Juan de Ávila. Sólo se le puede imitar en la misericordia. Y en esa imitación consiste la dignidad humana. - Jesús Maestro y Señor, testigo de la misericordia de Dios, tú nos has enseñado a pedir humildemente su perdón y a concederlo generosamente a nuestros hermanos. Que lo que rezamos cada día sea programa de nuestra vida. Amén.

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