CORNADA DE LOBO
Sin ingenio
HA DICHO un escritor del que no recuerdo nombre que la Guerra Civil sigue siendo filón virgen a explotar literariamente, como si estuviera todo por contar y recrear, o sea, fabular, ese derecho a la mentira que gratuitamente concede la literatura. Así será si así le parece, aunque también está por exprimir la guerra de Independencia, que sólo tuvo a Galdós ordeñándole sustancia patriótica, sus episodios nacionales; y la guerra de los cigurros, la de los ligures o la interminable bronca del Peloponeso. Puestos a buscar guerras como veta literaria, sobran masacres, leñazos y odios que sólo el tiempo pulveriza para que después vengan libros y trincheras de letras a resucitarlos. A la gente le gusta la trinchera porque así cree saber con quién está alineado, aunque acabe descubriendo que también eso es mentira, traición a los principios que nos acaba separando de «los nuestros». El caso es seguir guerreando con la pluma bajo esa cortada tan peligrosa de que «quien no conoce su historia está condenado a repetirla». Menos lobos. Que se sepa, ni los más sesudos y enciclopédicos libros de historia han impedido que el hombre se siga repitiendo en sus conductas brutas y en su tirria al otro. Muchas veces la ignorancia es mejor pomada y superación; al menos anestesia y el dolor de la sangre vertida lo mitiga. Hoy, en novelas, colecciones y más libros vuelve la Guerra Civil a un septiembre de fascículos que convierte el kiosko en bazar o ferretería. Ya les vale. Se justifica con que faltan cosas por contar. Cierto; aparecen nuevas fotografías, documentos y revelaciones sobre la saña y truculencia de aquella incivilidad. ¿Se contribuirá con ello a superar la vesania fratricida que después de setenta años sólo cicatriza en la ignorancia de las generaciones jóvenes?... Bien al contrario, es de temer que estas «divulgaciones» inviten a desenterrar fantasmas, a escarbar entre cadáveres y reavivar el espíritu de trinchera que sigue trazado en la mollera de quienes sufrieron aquel disparate, siquiera sea por justificar la vida y bando en el que su interés les colocó. En ello siguen y con fascículos se nutren. Eso es andar patrás. Y fatiga ya la cosa retrospectiva. El pasaso sólo se supera cuando se es capaz de imaginar futuros. Y por ese camino la literatura española no halla ingenio.