Diario de León
Publicado por
Antonio Núñez
León

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HAY GENTE que disfruta alarmando por alarmar como hay bomberos pirómanos a los que se les pone gorda, con perdón, cuando, delante del fuego, encima viene otro y les pisa la manguera. Debe de ser el caso, por ejemplo, del presidente de la Diputación, señor García-Prieto, que alarma a lo loco porque Gas Natural, que se dedica a lo que su propio nombre indica, además de al petróleo de Repsol, quiere comprar las térmicas de carbón leonesas. De lo que deduce García-Prieto que en el futuro van a quemar gas y petróleo en vez de carbón, tras lo cual habrá que cerrar las últimas minas. Hay que ser muy cenizos. Así que, caído en una profunda depresión, le dijo el otro día a su jefa de prensa: «Apaga y vámonos». Como la cosa ha trascendido, inmediatamente se hizo la luz en las cabezas pensantes del PSOE y del sindicalismo leonés, que contraatacaron deduciendo, a su vez, todo lo contrario en comunicados que podrían resumirse así: punto «A», detrás de la opa a Endesa esta la Caixa de Maragall, Carod, Pujol y demás familia, cuya solidaridad con el resto de España es proverbial; y, punto «B», más atrás todavía de la operación está el paisano Zapatero con el ambicioso proyecto de que sean los catalanes quienes se calienten en el futuro con braseros de carbón del Bierzo, y no al revés. Todo pudiera ser, aunque Victorino el de la MSP tiene serias dudas al respecto, más que nada porque no le salen las cuentas. Otro alarmista, que, por si acaso, ha empezado a prepararse un plan de pensiones, si bien no precisamente en la Caixa. El último domingo Zapatero prometió a los mineros otro Plan del Carbón para dentro de dos meses y, aunque nadie tenía ni idea de qué iba, le aplaudieron. He aquí una actitud constructiva ante la vida y no la de García y Victorino. Se diría, incluso, que heroica, dado que acabarán como los últimos de Filipinas. Eso en lo que respecta a los sindicatos, porque, en tocante al PSOE leonés, también han cerrado filas para defender con barricadas tajos y empleos, naturalmente los suyos, y ya de paso a Zapatero, calificando de catastrofistas a los que avisan de la próxima catástrofe. Es de temer que eso sea lo único en lo que son congruentes. El personal anda escamado con la famosa opa y los más viejos avisan por experiencia y sentido común, aunque nadie les haga caso, con razonamientos de Perugrullo: «si a Endesa, que antaño significaba Empresa Nacional de Electricidad, se la quiere comer la Caixa, que significa lo que significa en catalán, está todo claro y a ver de qué coños estamos discutiendo, debatiendo y divagando». Otros derrotistas, aunque no sin razón para lo poco que le queda a la quinta de los prejubilados. Hombre, podrían calmar un poco los ánimos y poner aquí algo de seny si Maragall, Carod-Rovira y cía vinieran por estos andurriales y prometieran personalmente en las campas de Rodiezmo comprar todo el carbón en vez de gasearnos. Ya se sabe que tienen un pacto con el paisano Zapatero, pero, según con qué gente, hasta los tratos son papel mojado. Y en negocios catalanes paños calientes. Monopolios aparte, que siempre salen caros y, si no, que pregunten a los que ya fúmabamos a duro astillas de celtas cortos de pequeños cuando Tabacalera no había más que una, da en la nariz que las bercianas chimeneas de Compostilla van a echar humo a partir de ahora con muchos filtros. Como dicen en casa cada vez que me quito del vicio y fumo en el váter hay cosas que se huelen. No quisiera uno cebarse en críticas contra la ejecutiva provincial del PSOE, algunos de cuyos miembros son amigos o, como mínimo, conocidos de antiguo, pero tampoco pasar por cretino con los comunicados donde pone lo de la solidaridad de los nacionalistas catalanes, y tal y cual. Ellos son muy suyos y la Caixa también, y punto, y eso es fácil de entender hasta para el tonto de mi pueblo, que es buena persona, pero a fuerza de bofetadas ha aprendido a no pisarse el haba. Debería tomar nota Zapatero, que, en Madrid, puede, pero aquí sabemos que no es tonto. Se le atribuye a Samuel Goldwyn, el magnate americano de la Metro Goldwyn Mayer, el dicho de que un contrato verbal, como los que solían unirle a los astros del cine de Hollyvood «ni siquiera vale el pedazo de papel en que está escrito». En el carbón tampoco hay papeles. Como también dejó dicho Goldwyn, aquí García-Prieto, Vitorino y por lo menos un servidor pedimos expresamente que «nos incluyan fuera de la lista» de los que opinan que el carbón no lo tiene negro. Seguramente arrastramos un serio déficit de optimismo respecto al Gobierno, y no como el PSOE o los sindicatos. Pero nos consolamos pensando que un optimista sólo es un pesimista mal informado. El último, que apague la luz.

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