El paisanaje
Hala, maño
EL PRESIDENTE de Aragón, don Marcelino Iglesias, ha prometido «blindar» el Ebro en el próximo estatuto de autonomía. No es que se proponga enlatarlo, sino promulgar una ley que prohíba en el futuro cualquier tipo de trasvases, como el que tenía previsto Aznar y chafó Zapatero. El señor Iglesias opina que el Ebro es suyo o, por lo menos, que tiene la patente, así que ha decidido ponerle un grifo a lo bestia para abrir el agua o cerrarla cuando a él le dé la gana. En Valencia y Murcia razonan, a su vez, que habría que obligarle a bebérsela toda hasta que reviente. Cuando la solidaridad entre autonomías degenera en la ley del embudo suele llegarse a estos extremos. La iniciativa de Iglesias es, con todo, una de las menos conflictivas y polémicas del nuevo curso político. Comparada con la resurrección negociada de ETA o la opa de la Caixa catalana a Victorino, el de la MSP que desagua en Endesa, resulta hasta cachonda y se presta a hacer chistes de baturros, como aquel que se plantaba delante del tren, chufla que chufla, a ver quién se apartaba primero. Algunos comentaristas ya han empezado a elucubrar para matar el tiempo muerto en las tertuilias de la radio sobre si el Ebro, que nace en Fontibre, provincia de Santander, ya sería nacionalizable allí o debe considerarse apátrida, con pasaporte Nansen de la ONU incluído, hasta su desembocadura en Tortosa, por tierras de Maragall, donde los barbos y las pescadillas son bilingües y más cosmopolitas que los charnegos. En la loca carrera de las autonomías hacia su propio ombligo hace tiempo que se sobrepasó el más elemental sentido del ridículo y, como la cosa es seria, por no decir patética, vale más tomárselo a coña. Se cuenta, por ejemplo que en las ikastolas sólo se dan clases de geografía sobre el mapa mundi de Euskadi. O que Iglesias quería blindar también el cierzo y Carod-Rovira los vientos de la tramontana del Ampurdán. Aunque no ha podido ser esta legislatura por una serie de imponderables, pero en modo alguno porque se opusiera el Gobierno o el Tribunal Constitucional. Cuando soplan ciertas ventoleras nacionalistas, da igual el pueblo, no hay quien las pare y lo mejor es refugiarse en la bodega esperando a que escampe, aunque de momento no tiene pinta. Se teme lo peor de Iglesias, como en la jota del pañuelo anudado a la frente: «sin la cabecica atada/qué serías, baturrico,/si llevándola atadica/dices las cosas tan claras». No se sabe aún si Iglesias conseguirá su objetivo, pero, como se ponga cabezón a lo mañico, tampoco es descartable que se beba el Ebro él solo. Dónde lo mee es otra cuestión. Y se pone uno a pensar sobre cómo hemos llegado a estas payasadas y da las gracias a Dios de que en el comienzo de los tiempos hubiera ríos antes que alcaldes. O tal vez no, porque los ríos y las montañas siempre han sido fronteras naturales, si bien ahora también lo sean a cachos, como le diría en el Órbigo uno de Regueras de Arriba a otro de Regueras de Abajo, ambos de la provincia de La Bañeza, que es mi pueblo y viene a representar en los mercadillos del sábado, si no a la UE, si, por lo menos, al mercado común de aquellos andurriales. Y, como en la revisión de los estatutos de autonomía la consigna es «maricón el último, perdone el señor cura, cavilaba también uno sobre lo que se podría blindar por aquí. El Bernesga y el Torío no, porque ya están llenos de latas. El Esla y el Órbigo como mucho hasta Benavente. Y, en cuanto a beber en casa a lo cazurro, en vez de a lo baturro, los pantanos de Riaño, Barrios de Luna y Villameca, en la bodega llegamos el otro día a la conclusión de que era contraproducente para la salud. Hubo uno, eso sí, que proponía echarle whisky al agua para quitarle antes el sabor del cloro y, si no lo expulsamos a gorrazos, fue porque era el practicante, que, en vez de beber, se inyecta directamente. Como tantas otras cosas lo más que pueden blindar ya los pueblos envejecidos por la emigración y el abandono, como León, es la salud, y aun eso sólo si hay buena cosecha. Porque el carbón hace ya tiempo que no viaja a los altos hornos de Baracaldo en el Transcantábrico y a la Minero Siderúrgica de Ponferrada le sobra la segunda mitad del nombre y con la opa a Endesa la otra mitad. Aunque pensándolo bien tiene razón la Junta, que es la autonomía que nos ha caído en desgracia, al animarnos con que aquí la economía va bien y no podemos quejarnos. Incluso en cuestiones de blindaje hemos sido los primeros, por ejemplo, en blindar 300.000 balas o toneladas de basura durante cinco años por falta de vertederos. Y blindados siguen para rato en las campas de Santa María del Páramo, Trobajo y El Ferral. No cabe duda de que somos pioneros. Y vamos embalados.