Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

El plan del carbón de nuevo

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VICTORIANO CRÉMER
León

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CONSIDERO ABSOLUTAMENTE necesario confesar que el que suscribe no tiene del carbón otra noticia ni conocimiento más amplio que el de que se trata de un mineral que los hombres arrancan de las entrañas de la tierra, que sirve o servía para dar calor y para que nuestras magníficas señoras de la época en la que las magníficas señoras sabían cocinar, y que es de color negro. Dicen los que de verdad saben, que se trata, de un producto asaz traicionero, por cuanto si el que trata directamente con él se descuida acaba alevosamente asesinado. Hay fugas que matan. Confieso, pues, que solamente sé del carbón que no sé nada. Y sin embargo me doy cuenta de que mucho más que el resultado de la pugna entre los unos y los otros, y por supuesto infinitamente más que el ceremonial del Voto, que es propio e imprescindible para la conmemoración del cincuentenario o centenario de la aparición de la Virgen a los pastores, el carbón de la puta mina, importa de manera tan absoluta que muy bien debiera establecerse una ley de obligado cumplimiento para que no se tratara de su existencia, de sus posibilidades ni de su dramático futuro, en vano. Y cuando alguno de nuestros hombres más representativos se vieran en el trance electoral de tener que mencionar y analizar la peripecia carbonera de nuestra geografía minera, lo hicieran con verdad, aunque les perjudicara, con conocimiento y con generosidad. Los representantes sindicales de la Unión General de Trabajadores y de Comisiones Obreras, salieron según su confesión, de la reunión con el secretario General de la Energía, decepcionados, es decir desencantados de tanto como esperaban de los más altos poderes de la Nación sobre los cuales, parece ser que corresponde la responsabilidad de encontrar soluciones a la incertidumbre que se extiende por la zona minera. Según se sugiere el nuevo Plan del Carbón, en el cual se habían depositado las esperanzas de la familia minera, «modifica algunos detalles, pero esto no nos sirve» y como estrambote anuncian que de no darse la solución, los hombres de la minera se verán en la necesidad de declararse en huelga, no por tensionar la situación, ya de por sí suficientemente trágica, sino por exponer públicamente una situación que tiende a agravar la situación general de León. El titular del parte de guerra por el que se nos anuncia la mala nueva, no se recata en declarar: «Ya dijimos que Zapatero no había aclarado nada en Rodiezmo y lo hemos confirmado». Si esto efectivamente se confirmara no habría más remedio que revisar los mecanismos sociales a los que la minería tiene que apelar si no quiere verse en el duro trance de cerrar minas y de poner familias en situación última. La situación laboral en León está rozando los límites. O se encuentran soluciones reales, abandonando toda tendencia retórica, o acabaremos sepultados en nuestros propios errores. No se trata de figuras más o menos consagradas por los respectivos acólitos de su religión, sino de enfocar la situación nacional con elevación y con valentía, a fin de no permitir que sobre las reales y verdaderas necesidades nacionales se impongan los volatines de los aprovechados parroquianos desnortados. El carbón, con la agricultura, ya que la industria parece en León una utopía, llaman desperadamente a nuestra puerta. Merece la pena abrirla a quienes llaman.

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