Diario de León
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CARLOS CARNICERO
León

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SI LA pulsión nacionalista irrenunciable es la independencia, cualquier concesión que se haga para lograr la estabilidad identitaria de España, en la dirección que pretenden los que procesan esa ideología, es un intento vano y estéril para los demás, porque ellos nunca verán sus aspiraciones satisfechas hasta lograr la secesión. Es un juego con las cartas señaladas si el objetivo no es un marco estable de convivencia universalmente aceptado por todos, nacionalistas y no nacionalistas. Si el concepto de España es tan abominable como para no pronunciar su nombre, difícilmente se tiene legitimidad para lograr un pacto sobre la identidad de Cataluña como nación desde la perspectiva de quienes entienden que cada una de las partes del puzle que denominamos España es indispensable para la naturaleza de la resultante. Entonces, cuando hemos llegado a esta reflexión, los nacionalistas hablan de «derechos históricos» irrenunciables, como si los derechos de los españoles en su conjunto lo fueran. Si para ellos la secesión es la meta, para los demás que no se rompa España es el objetivo; porque, si no, ¿qué es España? Donde termina el derecho de segregación. ¿Quiénes tienen prohibido separarse y quiénes no? Es hora de entender que cualquier solución que signifique una concertación de posiciones contrapuestas simboliza la cesión bilateral de las partes, porque si no, lo que se exige permanentemente es que los no nacionalistas vayamos allanando el camino de la independencia con la buena voluntad de buscar un pacto de convivencia estable con los que sí lo son. No tengo prejuicios contra las palabras porque su sentido se conceptualiza con voluntad política cuando está honestamente formulada. En ese juicio, si la mayoría de los catalanes consideran que esa región de España es una nación, no se conmueven mis fibras patrióticas para aceptar la terminología, porque ni me considero un español ajeno a Cataluña ni entiendo que Cataluña pueda existir al margen de España. Ser español es una definición abierta. Conviene que encontremos un lugar común en que quepamos todos, pero que sea para siempre, lo contrario resulta ya agotador.

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