A LA ÚLTIMA
Relajantes
UNA DE las cosas más bellas de la libertad es la posibilidad de decir, incluso, disparates. Y una de las condiciones de que la libertad sea transitable es que los especialistas en la crispación, que hacen inviable el ejercicio normal de la vida política, tengan lugares acotados para que se refugien sin capacidad de alterarnos la vida. Quienes alertan sobre la calamidad autonómica que supuestamente seprecipita sobre España, no demuestran sino una desconfianza absolutaen nuestros mecanismos constitucionales. Si sus pronósticos sobre lainconstitucionalidad del proyecto de Estatuto Catalán les conmueven,debieran tomar relajantes musculares y esperar tan tranquilos que lasinstituciones funcionen. España no se puede romper salvo que lamayoría de los españoles lo decidan, y entonces la ruptura inclusotendría sentido, porque los españoles en su conjunto son losdepositarios de la soberanía nacional. Asustar a los niños es tan sólo un mecanismo de imposición de la obediencia cuando no se tiene confianza en la capacidad de razonar. Pero los españoles ya no somos niños y sembrar el catastrofismo no essino un síntoma de la inmensa debilidad de quien lo ejercita. Ahora empieza un proceso apasionante. El Parlament de Cataluña enviará a las Cortes Generales un proyecto de Estatuto que será sometido, primero a la comisión constitucional y después a la aprobación del pleno, con carácter y exigencia de ley orgánica y por si el resultado final no tranquiliza a quienes pierdan la partida, el Tribunal Constitucional les atenderá en sus reclamaciones. ¿Dónde está el problema? El inmovilismo como práctica política hubiera mantenido los niveles de cultura de las sociedades en la Edad de Piedra. Los grandes avances de la humanidad siempre han estado precedidos de golpes de audacia que pretendían lo que parecía imposible y luego, en muchas ocasiones, logró encajes en los mecanismos de la historia. El miedo genera inmovilismo y la parálisis de las sociedades. Contra el miedo, que es un proceso psicológico basado en la inseguridad, la medicina moderna ha recetado relajantes musculares. Creo que hay una partida de políticos y periodistas que debieran recurrir a estos fármacos antes de seguir predicando el Apocalipsis.