Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

Las mujeres se casan

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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QUE LAS MUJERES SE CASABAN ya lo sabían los hombres desde tiempos pasados de moda, porque, dicho sea entre paréntesis, hay tiempo, y modas que no pasan nunca. Las señoras que consiguen casarse por las buenas resultan en la actualidad motivo principal del interés de los medios de comunicación. Es como cuando se declaraba que, por ejemplo, es un decir, que un perro mordiese a un guardia municipal no era noticia, pero sí cuando el que mordía era el guardia. Con las mujeres sucedía o sucede lo mismo. En el tiempo de las Amazonas, hacia el que vamos como el Bernesga a la mar, los que se casaban eran los hombres, dado que las mujeres con coraje y todo lo que había que tener para ser guerreras hacían la guerra mientras el hombre sacaba el niño a pasear y cuidaba de la hoguera en la tienda para que cuando regresara la señora encontrara las labores hechas. Por el hombre naturalmente. Todavía en aquellos tiempos felices, no se había inventado el matrimonio y las señoras se casaban a ojo, como los gitanos en la feria. Con el transcurso del tiempo y una caña y una coña, las mujeres, cansadas de ser manipuladas, explotadas y sacrificadas por los bárbaros que habían sustituido en el mando de la tribu a las amazonas, optaron por la vida fácil y segura en casa y que la guerra la hiciera Bono y los demás hombres. Pero ya lo dicen los libros: «No es bueno que la mujer esté sola», y convencidas de ello dedicaron los días de su vida, ya en el siglo diecinueve, que era, según los sabios, el siglo de las Luces, colgaron en el árbol del Bien y del Mal la culebra de la manzana. Y el hombre, que andaba por donde el Tigres y el Eufrates, o sea por donde andan ahora los soldados del emprendedor americano (Irak, Afganistán, Irán, etcétera) picó y aceptó casarse con hembra fermosa. Y así estuvo años y años, hasta que de nuevo sintió la hembra hermosa la tentación y se emancipó, tan totalmente que incluso para casarse no necesitaban para nada al varón. En la localidad de Santalla, del municipio de Priaranza del Bierzo, en la tierra sagrada del vino del Bierzo, dos espléndidas señoras, Amalia y Gloria, que llevaban nada menos que 15 años queriéndose la una a la otra y la otra a la una, decidieron acogerse a una ley que permitía los matrimonios o los encuentros entre seres de un mismo sexo y se casaron ante el concejal, socialista por supuesto, encargado de estos altos menesteres. El suceso ha conmovido todas las capas del Bierzo y a la hora en la cual redactamos este parte de guerra, se teme que como prolifere el acto matrimonial de estas dos damas bercianas, a ver qué coña va a ser de los varones de pelo en pecho, siendo como son preferibles en todos los casos las hembras hermosas a los bellos efebos con bigote. Con todo lo cual se demuestra que hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad, como se canta en la zarzuela y que León, este León de melena recortada, atento exclusivamente a la construcción, entra de lleno en el paraíso terrenal del modernismo. La señora Gloria, que actúa como portavoz de la sociedad sentimental, declara que ahora al fin podrán realizar su sueño de formar una familia, como un matrimonio más¿ ¡será más o menos!...

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