CRÉMER CONTRA CRÉMER
La guerra de las vírgenes
LOS LEONESES, una vez más, hemos celebrado fervorosamente la festividad de San Froilán, y, por añadidura geográfica, también o sobre todo la celebración de la aparición de La Virgen en la campa del pueblecito leonés de La Virgen del Camino. En tiempos más ingenuos y fieles que el nuestro la fiesta se celebraba por todo lo alto, con romería al santuario, renovación de votos, feria de aperos de labranza y puestos o chiringuitos ofreciendo a los romeros la mágica morcilla, el energuménico chorizo de callo y baratijas para el niño y para la nena. También figuraban en escena henchidos sacos de «Los Perdones», que eran y deben continuar siendo, la mezcla de avellanas y almendras garrapiñadas. Los niños de aquellos entonces acudíamos a La Virgen a ensayar nuestra capacidad para el hurto. Robábamos cuando se ponía a nuestro alcance, sin encomendarnos a la Virgen, con la vista y el oído puesto en el griterío de los vendedores, que solían tomarse la justicia por su mano. Asturianos, gallegos de Lugo y bercianos de aquí y de allá circulaban del templo al chiringuito y vuelta. Hasta que el vino riscante de Valdevimbre, con la ayuda de las correspondientes dosis de agua de La Traída, dejaban el caldo en su punto. Y se bailaba en la era y se cantaba lo de siempre: Que si La Virgen del Camino / no estaba lejos¿ Que si cordones de arriba-abajo¿ Que si a la luz del cigarro. Y ya en los adentros del templo, los más audaces se atrevían a cobrarse una astilla del arca del milagro porque diz que dicen los indígenas que la santa madera servía para aplacar el dolor de muelas, y las mozas casaderas que encomendándose a San Froilán y reteniendo las astillistas bajo la almohada se conseguía novio, marido y niño. Todo en la santa paz de un pueblo, León, tradicional, mercantil e histórico. Hasta que surgió el motivo que provocó la guerra. Y fue -según contaban las viejas de La Corredera- que habiendo cedido los indígenas la imagen de La Virgen a los poderes eclesiales de la capital, para la celebración de la novena consabida, terminados los cultos y reclamada la devolución de la imagen de la patrona, la clerecía y las fieles más adictos de la capital se negaron, quedándose con el santo y la limosna. Protestaron los virginianos y la cuestión alcanzó los tribunales, pero fue inútil. Desde aquel año oscuro y alevoso, la virgen aparecida en la llamada de La Virgen quedó hospedada en la iglesia del Mercado, o sea en donde está acogida La Virgen del Camino, (La Antigua y verdadera), ¿ Hubo, como en todas las guerras, un tiempo de confusión y de feroces encuentros jurídicos y religiosos pero fue inútil. Aquella Virgen que se le apareciera al pastor para que promoviera la devoción sencilla de los lugareños, pasó a ser patrimonio de la Iglesia del Mercado o de Santa María o de La Antigua. Y fue este el motivo y el fundamento para que se creara la institución de los Ayuntamientos del Voto, que no es sino una comisión legal encargada de vigilar la imagen, a fin de que nadie, ni siquiera los curas, pudieran apoderare de un bien propio por la gracia de la Virgen que se apareció a los pastores y no a los concejales del Ayuntamiento. De ahí viene la costumbre que se hizo ley porque desconfiados nos hizo Dios, que antes de ceder la Virgen a la capital para su novena en la Pulchra que antes de ceder la Virgen a la Capital para su novena en la Pulchra Leonina, firman el compromiso de su devolución los Ayuntamientos del Voto. También como sucede en todas las guerras, vinieron los morenos y se quedaron con todo. Como me lo contaron, lo cuento yo Sea verdad o no¿