LITURGIA DOMINICAL
Un banquete que no admite excusas
TODOS recordamos con especial emoción algún banquete al que hemos sido invitados. La música, los manjares, el encuentro con una persona concreta. Aquellas memorias nos alegran. La experiencia universal del banquete, tan rica y evocadora como es en todas las culturas, encuentra también un puesto importante en la Biblia. Con imágenes inmediatas el profeta Isaías había anunciado: «Preparará el Señor de los ejércitos para todos los pueblos, en este monte, un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera; manjares enjundiosos, vinos generosos» (Is 25,6). Con esta promesa se superaba toda tentación de individualismo y de nacionalismo. La fiesta alcanzaba una dimensión universal. El banquete era don de Dios y, por tanto, estaba abierto. Anunciaba el profeta la salvación que Dios ofrecía a todos los pueblos, sin discriminación de origen ni de raza. Buenos y malos Jesús retomó esa experiencia tan humana en la parábola del rey que organiza la fiesta de bodas de su hijo (Mt 22,1-14). El banquete ha sido preparado con generosidad y abundancia. Y la invitación es amplia y numerosa. Pero los invitados se disculpan con excusas que revelan sus propios intereses. Sus campos y negocios son más importantes que la fiesta que se les ofrece. Es más, la misma invitación los irrita de tal modo que maltratan y asesinan a los portadores de la invitación. De todas formas, el rey extiende su llamada a las gentes que vagan sin rumbo por las calles, de forma que la sala del banquete se llena de comensales. Nada ni nadie puede frustrar el proyecto de Dios. Quien más pierde es quien se excluye de él. A esta primera parábola se unió en el texto otra advertencia sobre los invitados que no llevan el vestido adecuado. El comentarista Ulrich Luz ha explicado que «nada está aún decidido con la acogida de la invitación, con el bautismo y el ingreso en la comunidad. Conviven en ella buenos y malos. Sus miembros no poseen por tanto la salvación, sino que pueden volver a perderla. Han de acreditarla con las obras». Presencia y ausencia El misal autoriza para suprimir hoy la segunda parte de la parábola. Pero ya en la primera parte se contienen tres frases del rey que merecen ser meditadas: ¿ «Tengo preparado el banquete». Dios tiene un proyecto para este mundo. Es un proyecto de salvación y de felicidad. El banquete evoca la gratuidad del don de Dios y el encuentro gozoso entre los hombres. Ningún proyecto humano puede anteponerse a esa fiesta compartida. ¿ «A todos los que encontréis convidadlos a la boda». La llamada de Dios es gratuita. Se dirige a todos, sin excepción ni distinción. Es cierto que sólo la aceptan los que tienen un corazón libre: los que no tienen algo más importante que les ate a sus propios intereses. ¿ «La sala del banquete se llenó de comensales». Al final, Dios sacará adelante su ideal de paz y de fraternidad. La opción más humana no es la de rechazarlo, sino la de aceptarlo. Lo que habrá que lamentar no es nuestra presencia sino nuestra ausencia del banquete. - Padre nuestro, bendito seas por habernos convidado a la fiesta de la salvación. Que en ella encuentre nuestro mundo la realización de sus mejores esperanzas. Amén.