La marcha negra
LOS ASALTOS de inmigrantes ilegales subsaharianos a las barreras instaladas en Ceuta y Melilla para entrar en El Dorado europeo han puesto de manifiesto las enormes dificultades a las que se enfrenta cualquier país desarrollado para frenar los flujos migratorios procedentes de los 'sin nada'. Este hecho plantea problemas de todo tipo -humanitarios, sociales, económicos- cuya solución no es sencilla por no decir imposible. En ningún Estado moderno, las corrientes migratorias ilegales han podido ser controladas y no existen demasiadas esperanzas de que lo sean en el futuro. Además se plantea un dilema perverso cuajado de un cierto cinismo. Las sociedades avanzadas necesitan importar mano de obra foránea para atender a sus necesidades económicas pero, al mismo tiempo, se rasgan las vestiduras ante un tipo de inmigración no deseada cuya gestión resulta imposible. Una respuesta gubernamental ha sido regularizar la inmigración ilegal. Esta opción no es nueva. Ya fue empleada por los gobiernos del PP y se saldó con un rotundo fracaso. La razón es muy sencilla. Si antes o después, cualquier inmigrante ilegal accede a la legalidad, los incentivos para entrar de manera ilícita en España aumentan. Es el denominado 'efecto llamada' que es innegable desde la premisa de que los individuos responden a incentivos. Por eso, las regularizaciones cuya intención es sin duda benéfica tienen consecuencias distintas a las esperadas. Si además la regularización lleva consigo la posibilidad de traerse a la familia, los costes de ser un inmigrante ilegal se esfuman ante los potenciales beneficios de ser regularizado. Esta misma lógica ilustra el error de las propuestas orientadas a dar fondos a los países exportadores de inmigrantes ilegales para que limiten o combatan el fenómeno. Si M arruecos o los estados subsaharianos reciben dinero para frenar los flujos migratorios que proceden o pasan por su territorio, sus incentivos para fomentar la salida de gente de sus respectivos territorios crece. Cuantos más inmigrantes ilegales «envíen», mayor será el volumen de fondos que reciban porque siempre será insuficiente la cantidad de recursos empleados en esa tarea. Esta dinámica obedece a una lógica económica inapelable que con demasiada frecuencia olvidan quienes realizan una aproximación simplista al asunto.