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Publicado por
JOSÉ ROMÁN FLECHA ANDRÉS
León

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CON FRECUENCIA nos sentimos sorprendidos cuando alguien nos invita a reconocer alguna cualidad propia. La sorpresa se debe a que nos avergüenza dar razón de lo que somos. Esa actitud puede deberse a una falsa humildad, pues no es más humilde el que más se humilla sino el que reconoce lo que de verdad es y cree firmemente que todo bien le viene de Dios. Esta misma sorpresa surge en nosotros cuando se trata de buscar algún aspecto positivo de los demás, mucho más si no pertenecen al grupo de los que consideramos amigos. ¡Hay que ver cómo nos cuesta admitir la valía de nuestros adversarios.! Sin embargo, ¡cuánto agradecemos una alabanza de los otros, sobre todo si no son de los nuestros! El evangelio de hoy nos ofrece ese mismo juego de reconocimientos personales. ¡Hasta los mismos enemigos de Jesús advirtieron dos grandes valores en él: la sinceridad y la libertad. A los cristianos nos gusta este gesto que, por venir de los de fuera es más estimable. Un elogio que supera en calidad a los elogios que pudiéramos hacer de Jesús los que habitualmente le seguimos. Verdad y coherencia Pero lo mismo que a veces ocurre en la vida real, las alabanzas no son del todo limpias. Los fariseos se acercan a Jesús con intención de tentarle y ellos mismos caen en la trampa que tienden al maestro. Alabaron su sinceridad y su libertad, pero no advirtieron que el maestro conocía el corazón del hombre. Estas conversaciones con los jefes del pueblo se sitúan precisamente al final de la vida de Jesús. Son, por una parte el resultado de su vida y, por otra, el anticipo de su condena y de su muerte. Quizá el nudo de la escena está en que los fariseos que pretenden cumplir la ley con toda exactitud y escrupulosidad, son sorprendidos por Jesús: ¡Hete aquí que llevan encima una de las monedas prohibidas por la ley de Moisés! Ellos hacen una pregunta y Jesús desenmascara su incongruencia práctica. Dios y el César A la consulta de los fariseos «¿Es lícito pagar impuesto al César o no?», sigue el imperativo de Jesús «Pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios». Esta respuesta encierra los dos aspectos propios de la vida del creyente: el compromiso ante Dios y la responsabilidad ante los hermanos. ¿ «Al César lo que es del César»: ¡Hay que ver con qué facilidad todo el mundo se cree el César y reivindica derechos que no le corresponden!. Pero que no tengan miedo los césares y los emperadores, porque los seguidores de Jesús son fieles colaboradores en la marcha de la vida social. Si nos desprecian, nos matan y nos persiguen, que sea por cualquier cosa menos por ser infieles a la causa de la solidaridad humana ¿ «A Dios lo que es de Dios»: Este mundo secularizado, necesita oír la voz de los creyentes proclamando la bondad, la grandeza y la soberanía de Dios. - Señor Jesús, que nuestra vida sea alabanza de tu nombre y nuestros actos manifiesten a los hombres que tú estás en medio de nosotros. Amén.