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CRÉMER CONTRA CRÉMER

La declaración de León

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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MERECE LA PENA, dedicar a este acontecimiento todo el espacio y sobre todo la atención que se merece. León, este pacífico, histórico y empedrado León de nuestras ansias, desvelos y sacrificios, al fin ha sido elegido para uno de los gestos universales más conmovedores y de más entidad social de todos los tiempos: la declaración de León, que es, según los textos que nos han sido facilitados: el Discurso en letra de molde por el cual entramos en la ruta de las más urgentes reivindicaciones: el rescate de la miseria de millones y millones de seres humanos, no tan solo de los niños, sino de tantos y cuantos desviven sobre la tierra amenazados del hambre, de la enfermedad y de la muerte, sin que hasta esta hora nuestra haya encontrado eco tanta miseria acumulada en esas Naciones Unidas, en sus diversas Secciones, ni en el trepidante y duro corazón de los llamados padres de la Patria. «La declaración de León, se repite, hará las veces de texto de trabajo para la referencia de ministros y máximos representantes en materia de infancia de 22 países de la América Latina o sea Hispanoamérica». Las tremendas estadísticas que suelen llegarnos envueltas en trágicos sucesos, en los que la indiada americana deja la piel y el páncreas para acabar ametrallados por los más impuros de la banda, obliga a los pueblos más o menos acomodados a socorrer a un prójimo, a un próximo en nuestro corazón histórico y humano, cuando menos lo mismo que quisiéramos ser protegidos nosotros en los momentos del sacrificio. Bajo la inspiración dolorida del Ministro de Trabajo español, señor Caldera y con la constancia sobresaliente de la Capitana que le sigue, la leonesa Amparo Valcarce, Secretaria de Estado, se reunieron en el Hotel de San Marcos, los representantes de los pueblos afectados por tantos dramáticos apremios para la consagración laica, sin mayores intervenciones que las de los sstados miembros de un Organismo cuyo eje central sea el seguimiento del Plan Iberoamericano de la Niñez, de la Adolescencia y de los Objetivos del Desarrollo del Milenio», soberbios, altos propósitos en los cuales España trata, no sólo de insertarse directamente, sino, lo que quizá resulte a la larga más efectivo, para que todos los llamados países ricos, que además de parecerlo lo son, aporten a la idea feliz, sus asistencias más generosas. Y que éstas no se queden aparcadas en alguno de esos beneméritos deseos que se quedan en solamente deseos o lo que parece más agrio e inhumano: en alguna de esas Asociaciones de genes más o menos encendidas en caridades, que convierten la cruel realidad de esos pueblos y de estos seres humanos, en trampolín, en ocasiones increíblemente ridículos para satisfacción de vanidades. Todas las intenciones son buenas si la caridad es buena y real, pero ahora no estamos hablando o escribiendo sobre limosnerías ni sobre misericordias, sino de necesarias, de urgentes medidas de amparo y rescate de la mitad de un mundo que se nos muere entre las manos. La declaración de León merece ser atendida y cuidada como algo que a todos debe comprometer, porque no es justo, ni democrático ni nada si nos permitimos disfrutar de los beneficios de una Sociedad de Consumo, cuando millones de niños, de adolescentes, de ancianos, se consumen en la cruelísima hoguera de la pobreza, no solamente en Hispanoamérica, sino también en rincones entrañables de nuestro propio territorio.

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