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Publicado por
FRANCISCO SOSA WAGNER
León

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LA TECNOLOGÍA, LOS grandes hallazgos científicos, la innovación, eso que llaman I+D que cualquiera sabe lo que quiere decir, están muy bien: sirven para hacer discursos y para mantener el pasmo entre las gentes. ¿Quién no se asombra de esas proezas en el espacio, de la posibilidad que tenemos de conectar con televisiones remotas gracias a un satélite que hace cabriolas? Todo eso es el verdadero progreso y no, por cierto, lo que los políticos venden como tal, normalmente unas fórmulas de bostezo con más polillas que los armarios de mi abuela. Ahora bien, esto es una cosa y otra la utilización de ese fastuoso ingenio creativo para fines espurios. Este es el caso de la terrible noticia que hemos recibido estos días: mientras nosotros discutíamos acerca de la fructífera cuestión de si somos nación o entidad, un grupo de investigadores de la Academia china de las Ciencias ha creado un satélite para espiar a los osos panda y estudiar su escasa actividad sexual. Parece ser que estos bellos animalitos padecen una flojera de entrepiernas que ha sido causa de comentarios entre los demás osos, los osos más serios que nosotros tenemos en nuestras inmediaciones. Me consta, porque soy aficionado a la montaña, que los osos de Somiedo se sonríen con un justificado aire de superioridad cuando oyen alabar la belleza del panda, sus manchitas blancas y negras, el corro de admiración que suscitan entre los visitantes del zoo. «Sí, sí -dicen los de Somiedo- todo eso está muy bien pero no se comen un rosco». Y así es, si hemos de creer a los científicos y a los osos de Somiedo, para mí más creíbles, dónde va a parar. El oso panda, como todo animal bello, es un narcisista, que a fuerza de contemplarse ensimismado, apenas dispone de tiempo para planear y ejecutar un revolcón loco con la osa panda. Ocurre lo mismo en la raza humana, de ahí que sea un lugar común que las mujeres, cuando son animosas y ávidas, buscan al tipo que más les acerque a nuestro pariente el orangután. Marañón, que algo sabía de estos achaques, sostenía que el varón que no había dado la talla para servir al rey -un tipo bajito de pelo en pecho y bruscas maneras- era el más activo en el manejo del instrumento venturoso. El oso panda corre pues la suerte aciaga de los seres hermosos, tan explotada en la literatura pues los escritores convierten en páginas todas las flaquezas del alma y del cuerpo. Se sabe además que el oso panda pasa doce horas del día comiendo caña de bambú -¡que ya son ganas, con lo rico que está el besugo a la espalda!-, por lo que el tiempo que le queda para el refocile mengua y mengua y es que la digestión de toda esa absurda dieta tiene sus exigencias. Si todo esto es así, ¿a qué viene la crueldad de someter a los pandas a un sistema de vigilancia? Lo intentan llevar a cabo ¡a través de un GPS! Ignoro lo que quieren decir estas siglas pero deben cobijar un artilugio diabólico, lo que los antiguos llamaban brujería o encantamiento. Con él, con el GPS, el científico, un cotilla irrecuperable, quiere cerciorarse de que el panda no acomete a la hembra panda más que por casualidad y siempre con una desgana desesperante. Pero ¿no advierten estos hombres que, si las parejas de osos se sienten observadas, fornicarán todavía menos? Hágase la prueba con el más verriondo en el momento de mayor exaltación: si se sabe observado por una mirilla, se le abatirán todas las entretelas. Pues imagine el lector, si en vez de la mirilla tradicional, es un GPS, arcano de todos los misterios. El gatillazo, fenómeno estudiado pero al que falta la tesis doctoral definitiva, está entrechamente relacionado con las prácticas del acecho y el espionaje. No es necesario que exista, basta que se intuya para humillar los mejores enardcimientos. Si yo, que soy de provincias, sé estas cosas tan elementales ¿cómo no las van a saber los científicos chinos? Hay que dejar en paz a los osos, señores sabios, darles menos cañas y más caña, todo menos un GPS. ¿Qué tal un vídeo de un par de osos de Somiedo montándoselo a lo salvaje?

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