Diario de León

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DE GUZMÁN hubo aquí una y unas cuantas Leonores inundan alguna monarquía navarra, las aristocracias medievales, la venganza de don Mendo y la literatura caballeresca de la Tabla Picuda, así que el nombre se ajusta a las espectativas principescas y cumple con las hadas que vuelan en la cabeza de las maris que se emborrachan con papel couché y con el frufrú de moarés y cayetanas. La pregunta es: ¿Se conformarán con un Leonor a secas o inscribirán a la nueva infanta aplicándole la interminable ristra de invocaciones que suele endiñar la realeza a sus criaturas, ese rosario de homenajes a la parentela que parece una letanía bendita o la lista entera de una clase de instituto? En ese caso, se sentirá un tanto frustrada la asturianía porque no cabe aquí el Pelaya de obligado tributo al Principado (nombre que suena además a monja ovetense), así que habrá que echar mano del rastro popular para cumplir con el título asturiano de la futura princesa adosándole algún Maruxa, una Xida o el Covadonga inevitable de la patrona de Asturias, la que «ye pequeñina y galana», virtudes que también debió ver el príncipe Felipe en la princesa Leticia con zeta. Ante este natalicio -que nos acabará estomagando con tanta faldita cortada en tertulias y patucos rosas que le regalan todos los horteras como es tradición para que jamás se los ponga la nena-, un partido regionalista leonés ha emitido un comunicado en el que felicita al rey por el nacimiento de su nieta, «instándole» (cita textual) a que transmita a los príncipes de Asturias tanta hemorragia de gozo como les cabe en su cuerpo serrano, paramés o albercano. Y -atenta la compañía- añade el texto que este partido «se congratula por el nacimiento de este nuevo miembro de la Casa Real Leonesa». Jodó, petaca; tenemos casa real por aquí escondida; y nosotros, sin enterarnos. Somos Casa Real. De linaje nos viene lo galgos que somos. Quizá eso explique que estemos todos vestidos de mayordomos o de carne de mesnada que cuece en la cazuela de lo comido por lo servido. Va a tener razón ese partido regionalista. En La Zarzuela les intuyeron la leonesía que carpintea y sostiene el trono y por eso han embutido un León clarísimo en el nombre de la infanta neonata, ¡León... or!

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