Diario de León
Publicado por
Antonio Núñez
León

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EN ESTADOS UNIDOS, donde se mira mucho el dólar, casi tanto como en Cataluña la pela , los americanos se dividen en dos: quienes tienen cinco tarjetas de crédito o más y los parias que, por no tener, no tienen ni crédito. Ya de pequeños nos decían nuestras abuelas, que se pasaron toda la vida ahorrando desde la guerra de Cuba, que no hay quien entienda a los americanos. Quién nos iba a decir a nosotros que íbamos a ser de mayores como los gringos, prosperando a lo loco con deudas hasta el cuello. Ahora y aquí una hipoteca es signo de distinción social y por eso llevo siempre encima todas las nochebuenas una fotocopia de la mía: cada vez que la enseño, y no debo de ser el único, las cuñadas ni me tosen. Echando las cuentas de lo que debo al banco me hacía yo la ilusión de pertenecer a la clase media cuando saltó la noticia de que al ministro de Industria, señor Montilla, la Caixa le había dado hace diez años un crédito de 2.000 millones de pesetas de las de entonces sin que haya tenido que devolver ni un duro y, encima, le han condonado la mitad. Con dos condones. Eso son amigos y no como mi interventor, que todos los años por la cuesta de enero hace como que me perdona la vida, pero luego embarga la paga extra de beneficios de marzo. Se ve que ando en malas compañías, no como Montilla, según me avisaron igualmente ayer con motivo del último vencimiento del seguro del coche, que tampoco pude parar. Paré la cuenta corriente como pude, pero he quedado para el desguace. Dicen los periódicos que el crédito de Montilla, con ser generoso, no era para él, sino para el PSC catalán. Pero, teniendo en cuenta que vive y cobra del partido, calculo que le pasará como a mi señora: cada vez que me dan un préstamo personal tiene que firmar ella, por lo que le toca. Salvo que Maragall, Montilla y la Generalitat tengan separación de bienes. Algunos dicen que Montilla no está hipotecado en la famosa opa de la Caixa a Endesa. Uno no sabe como se exclama «coñóoo...», pero si no es verdad lo suyo, lo de mi hipoteca es una broma. Otros aseguran que en todas partes cuecen habas y que los créditos bancarios a los partidos son así. Según la ex ministra socialista y asturiana Matilde Fernández, «es normal». Como la vida misma, vamos anda. Cuando las contratas multimillonarias a dedo de la Expo de Sevilla los andaluces, que son muy finos, inventaron el pellón para referirse a los chanchullos de mil millones de pesetas para arriba. Como se recordará, Jacinto Pellón era el comisario de la Expo y, como su propio cargo indica, sigue fuera de la cárcel. Ahora la unidad monetaria de moda es el montilla -dos mil y pico millones, será por la inflación, que tampoco hace falta devolver- según el periodista alfonso Ussía. Confiaba él en que, como era nieto de un Mihura e hijo del conde de los Gaitanes, el de la MSP antes de Victorino, se lo iba a poner Borín «al euríbor menos el 200%». Pero no. Total que un servidor, con los apellidos plebeyos que calza, desiste también de intentarlo. Se admiten apuestas a que antes de una semana aparecen en la prensa créditos y débitos a mansalva del PP y de otros partidos. Todos pringaos , según la conocida táctica del ventilador de la mierda y del «más eres tú». Ya se habla de otros dos mil y pico millones de Carod-Rovira y de cifras inconfesables en donaciones al PP de parte de Endesa. Para votar la próxima vez va a haber que taparse la nariz. Y, de paso, ponerle dodotis a los bancos. Tiene servidor un pariente que, aunque lleva un apellido tan vulgar como el mío, y de nombre Manolo, llegó a ministro de Sanidad en tiempos de la UCD. De tantos cohetes como tiramos en la familia no nos cabía ni uno en salva sea la parte. Luego la feria vino a menos, desapareció la UCD y él tuvo que pagar de su bolsillo los préstamos de la última campaña electoral de aquel partido que nunca llegó a resucitar. En España, que es el país con más hipotecas del planeta, no se recuerda otro caso conocido de un político solvente. Aunque pocas veces coincidimos -más bien en nada- mi primo y yo matamos de vez el cuando el tiempo charlando de esto y de aquello. Bien matado está, aunque todavía tengamos algo de crédito. «¿Tú has visto lo de Montilla y Carod, pariente?», saludó el jueves. «Qué familia», respondí yo. Luego por seguir pegando la hebra en la casa solariega echamos las cuentas del país por la cuenta de la vieja y patatín y patatán. Al final y como en los buenos y viejos tiempos nos pusimos de acuerdo sólo en dos cosas: primera, las cuentas no cuadran; y, segunda, como cuando firmábamos el crédito en la caja de ahorros, encima de la rúbrica de Montilla seguro que tiene que poner, después del tanto por ciento, lo de «el beneficiario». O sea, fulano de tal.

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