Diario de León
Publicado por
CARLOS CARNICERO
León

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SI LA POLÍTICA es el arte de lo imposible, este parece un buen momento para demostrarlo. Estamos en un escenario en el que quien exige diálogo no acude a la primera reunión para iniciar la negociación y pretende que su posición está sostenida en que su interlocutor no quiere negociar. El debate es un frontón que devuelve el argumento sin molestarse siquiera en quitarle la envoltura. Todo eso es posible gracias a la magia de algunos conceptos que se transmutan en su significado gracias a los mecanismos mediáticos quedan por demostrados axiomas imposibles. Entonces ocurre que el consenso es la claudicación ante las posiciones de quien se ha quedado en minoría. El PP, en la más absoluta soledad parlamentaria, perdedor inconforme de unas elecciones limpias, agitador social embuchado detrás de las consignas católicas, esgrime sus nueve millones y medio de votos como si le dieran mayor patente de legitimidad que quien ostenta la mayoría parlamentaria. A partir de ahí los postulados no se admiten como ciertos y a cambio se exige incondicionalidad en sus diagnósticos. España está a la cola de la enseñanza en Europa. Y quien lo denuncia con ardor ha gobernado durante los últimos ocho años y pretende que su magisterio no es responsable del desastre. Ante quien quiere cambiar la ley, la presupuesta y la discute, con el objetivo de salir del pozo de incultura, le reprochan su atrevimiento y le hacen responsable de la situación que hay cuando demuestra su preocupación por cambiarla. Cuando el escenario tiene este atrezo es imposible combatir contra el que más grita porque lo que se impone es el ruido. Las encuestas afirman que esta estrategia, unida a los fallos del Gobierno, desgasta a quien lo ejerce. Pero no gana la oposición, enfangada en sus mismos porcentajes. La política, entonces, se esgrime como exigencia de negociación y acuerdo, pero sólo es un pretexto para conseguir que el estruendo ahogue las voces y la algarabía no permita las razones. Frente a esta práctica, imponer argumentos es una labor ardua. Pero la historia demuestra que, al final, siempre se avanza en una humanidad que no se resigna a permanecer encapsulada. Sólo que a nosotros nos ha tocado soportar la bronca política como procedimiento permanente.

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