Diario de León

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DIECIOCHO MIL millones de euros al año le cuestan a España sus polvos de extranjis, su peaje por el jergón de la carne en venta. Noventa mil españoles, que se sepa o lo confiesen, contratan cada día los servicios de una prostituta. Y, lo más curioso: el negocio de la prostitución está ya controlado en un setenta por ciento por mafias rumanas. Toma rumano. Que el negocio es boyante lo certifican esas reiteradas hilachas luminosas que festonean las carreteras españolas. Lo primero que advierte el viajero es que si antes los putiferios se agazapaban minúsculamente en rinconadas y sólo se anunciaban con una bombilla roja, ahora se acomodan en grandes instalaciones como si fueran supermercados o economatos, que por ahí va la tendencia y el bulto que adquiere el meneo nacional; y se anuncian más escandalosamente que una fábrica de muebles en Medina; chisporrotea el horizonte; y si es de neón, el guiño es putón. Sostiene este que firma que una de las razones de este florecimiento de putiferios, puticlús y putimercados está en muy estrecha relación con la elevación de la renta agraria y con las ayudas europeas que aportan liquidez a las ganas rústicas de arrimar el material al extranjerío femenino que puebla estos establecimientos con su patorra en malla y con ese su balbuceo lingüístico que delata orígenes eslavos, ucranianos, caribeños o ruandeses. Ese dinero subsidiado que nos llega de Europa, a Europa vuelve, ya ves, aunque dos tercios se los queden los rumanos, que en industrias del arrimamiento se alzan como los más sagaces criminales y chuloputas. Ya te dije en una ocasión que algún líder agrario venializaba el dispendio y proliferación de putigarajes porque, gracias a poder comprar orgasmos, el solitario campesino dejado de la mano de los amores aliviaba así su tensión rebajando las tasas de criminalidad sexual que siempre se dieron en el campo de la rudeza rústica. No sé si vale el argumento, pero no es menos cierto que a estas mafias rumanas -que además palanquean y atracan- están financiándolas esos paisanos nuestros que subvencionan la explotación de tantas mujeres secuestradas de facto o extorsionadas con amenazas a sus familias. Y eso es convertirse en accionistas del crimen, pero a lo tonto, sin acciones.

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