Diario de León

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SE CALIENTA vino y la helada se va del alma y del tejado. Se rebaja con agua, añades miel y hasta los niños lo beben. Un chupete mojado en orujo y rebozado en azúcar aplaca el llanto del mamoncillo y lo duerme. Así se hacía. Sabrás sin duda de más de dos que probaron la priva antes de destetarse. Esta fue siempre tierra de vino trasegar, pero ahora los mamoncillos se destetan con cerveza; y con vino ya sólo chatea la peña vieja, tantas veces a escondidas del médico y la parienta. Al mundo del vino le aguarda un coscorrón que ya está avisado con existencias abultadas que no salen de bodega. Los mercados se achican; ahora todos saben hacer crianzas o reservas (y decir eso de matices y texturas amaderadas, rubíes o cereza, andallá), caldos foscos con etiqueta de diseño, a veces más picados que los toros de Curro. Se empeñaron en consagrar al vino como cultura. Ya decimos incluso ser más finos que los franceses y que nuestra viña es diamante bruto. Ya no hay cantante catalán que no se haya metido en mercaderías vinateras y, en cuestión de uva, ya somos la pera. Pues bien; cunde alarma en el sector. El vino cangrejea. Las cañas, las multinacionales del refresco pijo y las nuevas generaciones del potito, del chicle y de las pastillas de la risa pasan de pedir un vino y, como Bush, serían capaces de comerse un cocido con cocacola; así que lo sobrante tendrán que convertirlo en vinagre para salvar los cascos; eso sí, vinagre pijo y exótico, que también es cultura al tomillo o al estragón (y si le echáramos nogalina, podríamos venderlo como bronceador). Después de pagar por arrancar el viejo viñedo y de relanzar nueva superficie de cultivo con castañuelas autonómicas y subvenciones, será gracioso cuando a la vuelta de la esquina se subvencione un nuevo arranque de cepas; pagando, claro; otra vez. Cada día salen nuevos caldos a esta vida que es una tienda; y la pregunta es ¿cómo puede gobernarse un país que tiene siete mil vinos distintos? Presentando ayer Prada sus vinos en esta ciudad, se recordó que la historia de León es de espada corta y jarro largo. No hay concejo si no hay cántaro; no hay hacendera sin odre, ni trato sin su cuartillo... y que sea de mencía de Canedo en caldo joven, ese que invita a beber de la cuba como bueyes amorrados al pilón. Salud.

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