Diario de León

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SE CELEBRA mañana internacionalmente el «buy nothing day», esto es, el día de comprar nada que en Italia llaman «giornata del non adquisto». La jornada viene siendo convocada por el movimiento «Adbusters» nacido canadiense hace quince años y fundado por el estonio Kalle Lasn, doctor en matemáticas y emigrante en Sidney, Tokyo, India, Europa y Vancouver. También promueve este movimiento campañas contra el consumismo, por la despetrolización o la semana de la tele apagada. Los adbusters (significa destructores o desfiguradores de la publicidad) se presentan así: «Somos un network disociado y global de artistas, escritores, ambientalistas, economistas ecólogos, enseñantes, ecofeministas, antiprogresistas, disturbadores de la mierda colegial, catalizadores de la confusión en la universidad, incorregibles, insatisfechos y acerbos emprendedores: somos idealistas, anárquicos, tácitos guerrilleros, burlones, poetas, filósofos y punks; somos probablemente uno de los más significativos movimientos sociales del los próximos veinte años». Su mensaje es que, después de años de fanatismo económico, de sobretrabajo y competitividad, hemos entrado en una fase depresiva; mental, sobre todo; así que hay que interrumpir el trance mediático en el que estamos inmersos para reapropiarnos de nuestra mente, de nuestro cuerpo y de nuestra vida. ¿Y qué se puede hacer en un día en el que no hay que comprar?... Pinta algo, mira algo, cocina algo, canta algo, construye algo, haz algo... y compra nada. La adición consumista podrá resistirlo. Quizá encuentres también que tantas cosas como compramos no sólo son innecesarias, sino que ocupan, estorban y nos sepultan. La publicidad es su biblia, su gurú en estos tiempos, y los adbusters utilizan la burla para leerla y el grafismo ingenioso para corregirla o enmendarla. No conocía la existencia de este movimiento, pero empieza a seducirme. «Otra comunicación es posible», reza su lema. La red lo permite; internet es el camino de estos arrieros del inconformismo; ahí están en su aventura profética de soñar otro mundo, otras relaciones, otra gente no apresada en la compulsiva consumición que nos consume. Y entonces uno piensa que que el horizonte de la vida no está sistemáticamente cegado por las vallas publicitarias. Hay resquicio.

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