Diario de León

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ATENTA la autoridad: Le están quebrantando la ley ante sus morros y ni se enteran. Es grave el quebrantamiento y multiplicadamente reiterado, lo que añade triple gravedad a la impunidad de quien perpetra el delito que más adelante señalaré. Lo sorprendente es que llevan varios años en el quebranto y, además, lo pregonan con alarde y escándalo. He visto pasar junto al lugar de los hechos a los guardias («chiris» se les dijo de siempre en esta ciudad) y ni les aperciben ni les tosen. Supongo que esa actitud es también una grave infracción de las obligaciones de un agente para con la ley escrita. Cualquiera diría que están en la pomada. Repare la autoridad en el tamaño del delito: La actividad referida infringe de plano la ley de «Actividades peligrosas, insalubres, nocivas y molestas», las ordenanzas municipales en varias disposiciones, el uso de espacios y establecimientos públicos, la aconfesionalidad del Estado, dos artículos de los Derechos Humanos, algunos principios constitucionales y toda la doctrina del Supremo en materia de tocar los cojones con ruidos y alevosías. Levanto este parte de denuncia un sábado. Es noviembre y son las seis de la tarde, la única tarde para muchos de siesta y descanso. He bajado las persianas para cortar la rasca de viento helado y nieve y, aun así, penetra el delito en mi intimidad; a la mierda mis derechos; falta todavía un rato largo para la Semana Santa.... y llevo ya meses soportando varias horas al día el decibelio cabrón de una panda de cornetas desgañitadas machacando mil veces la misma murga trompetera que llena el espacio de cristos muertos, gólgotas y penitencias, justo cuando un poco más allá hay un villancico gigante de cuarenta mil bombillas estampado en la fachada del Cortinglé. Suenan la Navidad y las cornetas a la vez (un villancico en la procesión del Entierro sería la olla). Me vuelvo tarumba. Esos alaridos de metal desordenan mis pensamientos y confunden lo que escribo. A los que tocan la corneta y los buebos les haré responsables de todos los disparates que puedan aparecer a partir de ahora en esta columna, Alegaré tortura psicológica. Habrá juez que lo estime, aunque sigan sordos los guris, los chiris, los capatacis, los edilis y los alcaldis.

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