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VALÍA un caballo lo que valía una casa, creo que decía Sánchez Albornoz escribiendo de esta ciudad hace mil años. Quien tenía un caballo alcanzaba a caballero. De ahí la importancia; de ahí el respeto a la montura y de ahí el no comer su carne en esta tierra con muchos siglos de yeguadas a su espalda, pero jamás en la cazuela. El caballo era el tractor de la gente de campo (por eso los pobres andaban en alpargatas y la mayoría en pollino). Cuando bajaba un montañés con su rebaño y detrás él montado en un buen potro, a las casaderas riberanas o paramesas se les caían los suspiros o las bragas, si las usaban. Caballo da a entender hacieda. Admira. Y el que lo monta mira desde bien alto, como mandando. El peatón se apabulla o se retira espantado si hay esparabán de patas o chispas de cascos. El jinete le perdona la vida. Va ufano. ¿Cuánto hace que no se ven caballos por las calles o en los caminos? ¿Qué hacen los caballeros ahora para pavonear su rango? ¿Cómo acojonan a los peatones y al de la borrica?... Para esto se inventaron lo coches: ninguno para el pobre, el gordini para los tenderos y el «aiga» para el ostentoso. La industria del automóvil hizo siempre caballos para los ricos o quien quisiera parecerlo y alazanes de brillo petroleado para los podridos de pasta. Pero como hoy un audi o un mercedes lo tiene cualquier pelanas, los pelanas que quieran aparentar más que ellos se tiran a las novedades, al pedazo cuatroporcuatro, al camioneto que zumba a ciento noventa y te lleva a parajes donde sólo llegaban los del nacionalgeografic. Es el inmenso todoterreno, el tocarrera que dice uno del pueblo. Ocupan. Van de bólidos y sólidos apabullando en carretera. Gastan y chupan. Ostentan. Cualquier psiquiatra sabría ennumerar los complejos de quienes los montan. Se utilizan por ciudad como utilitario (de enseñar se trata). En las apreturas del tráfico urbano estorban y complican. Agobian, emburrian y empiezan a ser plaga vulgar. Así que en media Europa le están abrasando a impuestos (pagan más cara la gasolina que despilfarran y les limitan espacios y agresiones al medio). Y aquí, lo mismo, no tardando. Lo pide el sentido común. Hay que gravar el pavoneo, dice aquí uno, pues un cuatroporcuatro son dieciséis pavos a la vez con un gepeese en el culo.