Diario de León

EL PULSO Y LA CRUZ

Amagar y no dar

Publicado por
ANTONIO TROBAJO
León

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NOS ADENTRAMOS en una semana de lo más estrafalaria. Me refiero a la presencia de esas dos fiestas situadas en ella, que nos fuerzan a andar como al salto de la rana. Todo ello por la falta de previsión allá por el año 1978 cuando, un 6 de diciembre, los españoles votamos en referéndum la Constitución española, que ahora parece que se nos ha quedado enclenque para acoger toda la presente realidad del Estado dicen unos y de España dicen otros. Intentos ha habido, años atrás, de suprimir o trasladar la fiesta de la Inmaculada. No cuajaron de milagro. Acaso por la intercesión, desde donde esté, del bueno -es un decir- del rey Carlos III, que fue quien consiguió del Papa Clemente XIII, en 1761, que la Inmaculada fuera declarada Patrona de España. Sea lo que quiera, lo cierto es que en esta semana, además de la fiesta civil de la Constitución, celebraremos la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María. Con una particularidad: en esa fecha se cerrará el Año de la Inmaculada, que nos recuerda el 150 aniversario de la declaración de ese dogma por el Papa Pío IX allá por el año 1854. Nuestras diócesis celebrarán la efeméride con singular satisfacción. Nuestros Obispos presidirán ese día la Misa estacional, en sus respectivas Catedrales, a la misma hora (las doce de la mañana), con Bendición Papal (es decir, con posibilidad de acoger la gracia de una indulgencia plenaria). Es Misa «estacional», o sea, la Eucaristía en que, al lado del Obispo y bajo su presidencia, «está», se hace presente, la comunidad diocesana entera. Que así sea. También en ambas diócesis prepararemos esa fiesta con la celebración de solemnes Vigilias. En la víspera, día 7. En Astorga, será en la Catedral a las 10 de la noche; en León, será en la parroquia de Ntra. Madre del Buen Consejo (PP. Agustinos), a las 8,30 de la tarde, y culminará con el canto de la Salve ante el monumento a la Inmaculada, en la cercana plaza del mismo nombre. Lo que no quita para que en otros lugares y de diferentes formas se celebre la fiesta como Dios manda. Tal que en Villalpando, diócesis de Zamora y hasta hace medio siglo de León, por lo que el Vicario General de León, D. Antonio Recio, asistirá en representación del Obispo a los actos que recordarán el famoso Voto de la localidad, por el que los varones de la villa se comprometían a defender, «hasta la sangre», la verdad inmaculista. Aquellos eran machotes ibéricos y no los de ahora que nos arrugamos en cuanto una vicepresidenta cualquiera amaga con cortarnos el «cumquibus» o unos diputados de la cáscara amarga se nos encadenan a las puertas de la emisora central de la radio de la Iglesia. Ni una fe triunfante ni una fe vergonzante. Es tiempo para una fe... confesante. Un Concilio y un Sínodo Da la bendita casualidad de que en ese mismo día 8 coinciden dos aniversarios que merecen unas líneas en esta sección. Uno porque es de rango universal; el otro porque nos toca muy de cerca de los leoneses. El primero, porque celebra los cuarenta años de clausura del Concilio Vaticano II, al decir de muchos el mayor acontecimiento eclesial (si no global) de los últimos cien años. De él emanaron orientaciones para que toda la Iglesia acertara a moverse en medio del mar de la modernidad, de la que se había separado -al menos en parte- algunos siglos antes. Allí hubo para todos: para la misma Iglesia y su forma de entenderse a sí misma y de entenderse con el mundo, la revelación de Dios, la celebración litúrgica, la evangelización, el ecumenismo, la libertad religiosa, la educación, los medios de comunicación, las otras religiones, las Iglesias orientales y las formas de ser y de hacer de los Obispos, los sacerdotes, los religiosos, los seminaristas, los laicos. Mucho arroz para muchos pollos. El problema puede ser el reparto. Y éste, sin duda alguno, se ha hecho en estos años de forma muy desigual. Eso quiere decir que la doctrina conciliar aún goza de buena salud. Y por muchos años. Así que no esperen un Concilio Vaticano III, que aún nos queda mucha tela que cortar del II. Ídem de estameña por lo que hace al Sínodo diocesano de León. Se clausuró hace diez años un día 8 de diciembre y tomó tierra sólida en un excelente «Libro del Sínodo», seiscientas páginas que repasan en detalle y organizadamente todo el entramado de la vida cristiana y de las acciones evangelizadoras. Nació con vocación de ser libro de cabecera de los cristianos leoneses. Y conste que no la ha perdido. Tomen nota.

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