Diario de León

| Crónica | El calentamiento global en primera persona |

El derecho a tener frío

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b. v. r. | montreal
León

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La comunidad científica coincide en señalar que las regiones polares constituyen uno de los ecosistemas más vulnerables del planeta y que cualquier variación en la temperatura se verá reflejada de manera inmediata en los polos. Y si hay alguien que pueda hablar en primera persona de los efectos que el cambio climático puede ocasionar en estos hábitats, esos son los inuit, que habitan las regiones árticas desde hace miles de años, adaptados a uno de los climas más extremos. En el último siglo, han sido testigos de cómo el nivel del mar aumentaba entre diez y veinte centímetros, de cómo los otoños se hacían cada vez más largos y de cómo las temperaturas medias del invierno subían dos grados. Menos nieve En los últimos treinta años, la superficie del Ártico cubierta por la nieve en invierno ha descendido un 10%, la capa de hielo que en verano cubría el océano se ha visto reducida en un 20% y plagas de insectos que no hace mucho tiempo habrían sido incapaces de sobrevivir en condiciones tan inhóspitas son habituales en verano. En una región donde las únicas carreteras que existen son las que se abren en invierno sobre el hielo, cualquier cambio en sus condiciones afecta de manera directa a la vida en las comunidades, en donde salir a cazar o a pescar puede convertirse en cuestión de vida o muerte. «En los últimos años -señala José Kusuyak, presidente de la Asociación Nacional Inuit de Canadá- han muerto varios cazadores experimentados a causa de que la capa de hielo se rompió bajo sus pies. Todo es diferente Tecnologías como el GPS son inservibles si no sabemos cómo se va a comportar el hielo. Incluso los ancianos se niegan a hacer previsiones sobre el tiempo, dado a que todo es diferente». Kusuyak lanza una pregunta: «Si no podemos enseñar a las nuevas generaciones a orientarse, ni tampoco los métodos tradicionales de caza, ¿cómo vamos a identificarnos? ¿cómo vamos a ser parte del ecosistema, a vivir con los animales si los animales y el paisaje cambian, si todo lo que nos rodea cambia?». A la espera de un plan De Montreal, el inuit espera que salga un serio plan de acción. «La lucha contra el cambio climático es como la acupuntura: el dolor lo sufrimos en el Ártico, pero las agujas tienen que colocarlas en el Sur, donde nacen los problemas», explica. Mucho más al sur, en Papúa-Nueva Guinea, los 1.500 habi-tantes del atolón de Carteret, se han convertido ya en los primeros refugiados climáticos. El aumento del nivel del mar ha sido su condena.

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