Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

Elogio del alcalde

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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SE EQUIVOCA USTED, caballero, si por el título pretende condenar el contenido. Da la feliz circunstancia de que el que suscribe se ha visto gratamente obligado a convivir, a disputar incluso y a expresar admiración y gratitud a muchos alcaldes de la ciudad. Unos más asequibles que otros, pero declaro que los más esquivos, acertaran o no en sus cometidos, funcionario, pienso yo y debe suponerlo usted también, que se entregaron con pasión a defender, a corazón partido, a la capital de su administración y a los clientes económicos que con sus contribuciones y tasas, conseguían salvar los numerosos obstáculos que se interponen entre la realidad y el deseo. El comportamiento de las alcaldías y consiguientemente de los alcaldes ha cambiado tanto que incluso yo que me fijo mucho, no les reconozco. Regularmente sucede lo contrario, que es el alcalde el que no conoce a quien, por vocación está obligado a sacar al público los trapos no siempre lo limpios que desearíamos todos, de los distintos concejos. Cuando esto sucede, el infeliz que se lanzó a la aventura de descubrir los errores puede verse en situaciones de grave riesgo. Así cuando, hace ya muchos años, se nos ocurrió la feliz idea de enfrentar a dos alcaldes memorables ante los micrófonos de una emisora. Se trataba de Don Francisco Roa de la Vega y Don José Eguiagaray, ambos hombres importantes cuyos actos y palabras se gravaban para la historia. Y se nos ocurrió a los que interveníamos en aquel trance, titular el encuentro de la siguiente manera: «No rebuznaron en balde / el uno y el otro alcalde». La licencia que nos habíamos permitido casi nos cuesta la piel y el páncreas. Pero generalmente los alcaldes de la capital del Viejo Reino fueron siempre atentos, generosos y amantes de sus contribuyentes. Desde aquellos históricos alcaldes de presupuestos de bolsillo hasta estos de nuestra hora cuyos fondos son equivalente sal presupuesto general del Estado de los pigmeos, por lo menos. Con todo esto quiero decir y digo que los leoneses de verdad, y salvo opiniones diferentes libremente democráticas, nos consideramos bien regidos gracias a Dios y a que no debemos decir lo contrario. Y esto viene a cuenta y a cuento de que el Ayuntamiento de León obtuvo el primer galardón de los premios Internet y que este acontecimiento, porque acontecimiento es que un alcalde sea reconocido y honrado por todo el mundo, coincide con los primeros cien días del gobierno de Don Mario Amilivia. Y a nosotros nos parece que lo mismo que concedemos galardones a gentes del deporte, de la cultura o simplemente de la mera representación personal, convendría que no olvidáramos el hecho de que nuestros representantes en el concejo, son en cierto modo espejo en el cual nos podemos contemplar todos y que también tienen su corazoncito y su singular manera de conocer el éxito de su gestión a través del eco que sus medidas pueden contribuir a la mayor gloria y provecho de la ciudad de su regencia. Si decimos que Don Mario Amilivia merece ser distinguido, en puridad estamos poniendo en tela de juicio la independencia o mejor dicho la indiferencia, la cautela, la recelosa manera de contemplar y de aceptar al prójimo de los leoneses, para los cuales nadie es más guapo, ni más inteligente, ni más honesto que el jefe de su partido o el cuñado de su hermana. El cuadro de alcaldes de León es lo suficientemente brillante y digno de mención que lo mismo que se colocaban lápidas conmemorativas y nombres ilustres en las puertas de los templos, debiera de ilustrarse el salón de sesiones, como antes se hacía con la décima toledana, con los nombres de nuestros alcaldes. Don Mario Amilivia entre ellos. Francisco Roa de la Vega. José Eguiagaray Pallarés. José Llamazares, Lera. Morano. Paco Fernández, José María Suárez¿ Y tantos otros.

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