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La curva de producción mundial se ha estabilizado en los 130 millones de toneladas anuales

El 52 por ciento de las especies marinas sufren sobreexplotación

Las capturas de peces no deseados representa la cuarta parte del total mundial

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Miguel J. Tré - león
León

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Con motivo del décimo aniversario del Código de Conducta para la Pesca Responsable, la FAO ha pedido que se aumenten los esfuerzos para implementarlo durante la próxima década. El acuerdo, adoptado por más de 170 países, se creó porque muchas de las pesquerías del planeta estaban alcanzando su techo de producción, con un incremento de los casos de sobrepesca, y en él se incluyen principios de política pesquera, directrices técnicas y prácticas adecuadas para desarrollar la pesca y la acuicultura de forma sostenible. Ichiro Nombra, subdirector de la FAO y responsable del Departamento de Pesca, ha afirmado que «muchos gobiernos han convertido ya algunas partes del Código en normas de obligado cumplimiento dentro de sus propias legislaciones nacionales». Los análisis de la FAO indican que durante los últimos 10 años, cerca del 22% de los países miembros de la organización han conseguido que sus políticas pesqueras y legislaciones nacionales sean conformes con el código. En este sentido, hay que tener en cuenta que el exceso de la pesca no sólo afecta a las especies, sean o no pescables, también causa un fuerte impacto en el ecosistema marino. Además, una mala administración sumada a esta actividad le hace perder a la industria pesquera miles de millones de euros de ingresos potenciales. Pesca excesiva Entre 1960 y 1980 la producción pesquera aumentó significativamente, alrededor de un 6% anual de promedio. A partir de 1990 se hizo evidente que los recursos pesqueros que se creían prácticamente inagotables, comenzaron a declinar de forma acelerada y en los últimos años la curva de producción mundial se ha estabilizado en 130 millones de toneladas anuales. Abundantes pesquerías como el bacalao de Nueva Inglaterra y el de Canadá oriental empezaron a desaparecer, las del atún gigante del Atlántico se redujeron a niveles que ponían en peligro su capacidad de reproducción y varias especies del salmón del Pacífico y Atlántico entraron en la lista de especies en peligro. FAO prevé que el consumo mundial de pescado (alimentación y piensos) alcance los 179 millones de toneladas en el año 2015. La mayor parte de la nueva demanda tendrá que satisfacerse con la acuicultura que podría representar para ese año el 39% de la producción total. En la actualidad, 200 millones de personas obtienen el total o una parte de sus ingresos de la pesca y actividades conexas. La pesca excesiva e ilegal se ha extendido por todo el planeta y los expertos afirman que su control para que las existencias se reconstruyan aumentaría la productividad y maximizaría a largo plazo los ingresos de la industria. Este tipo de pesca tiene efectos nocivos obvios en las especies y en el ecosistema causando perjuicios a los pescadores y sus comunidades. FAO advierte que el 3% de las poblaciones marinas está subexplotado y el 21% está moderadamente explotado y podría resistir aumentos modestos de capturas. El 52% está completamente explotado, lo que significa que su pesca ha alcanzado el máximo de productividad biológica. El 24% restante se encuentra sobreexplotado (16%), agotado (7%) o recuperándose del agotamiento (1%). Por otra parte, si se tiene en cuenta la llamada «pesca colateral», es decir, capturar peces no deseados, se calcula que representa casi la cuarta parte del total, que pueden incluir especies protegidas (mamíferos marinos, albatros), en peligro de extinción, ejemplares jóvenes que no pueden ser comercializados o especies sin el valor que busca el pescador. Además, la pesca persistente puede llevar a la eliminación de los ejemplares más grandes y viejos de forma que las poblaciones que sufren esta actividad se caracterizan por individuos menos productivos, lo que finalmente lleva a una declinación de las existencias.

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