Diario de León

El director de la agencia de la ONU para el control atómico recogió en Oslo el galardón

El Nobel de la Paz pide la extinción inmediata de las armas nucleares

La sociedad sueca vive cada vez más de espaldas a unos premios politizados y muy criticados

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Kiko Novoa - corresponsal | estocolmo
León

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Los premios Nobel se sumen en el regate a sí mismos. Perdidos entre las críticas, los académicos han convertido los premios en justamente lo contrario para lo que Alfred Nobel los había instituido. Ahora son una especie de reducto ecléctico de la intelectualidad, claramente políticos y cada vez más ajenos a una sociedad, la sueca, que siempre había presumido de ellos. Los periódicos más importantes del país han saciado estos días sus deseos de zarandear al jurado de los premios. Ya ninguno llena las páginas sobre el acontecimento. Algo así le ha ocurrido ayer, en Oslo, el director general de la Agencia Internacional para la Energía Atómica (AIEA), Mohamed ElBaradei, que recogió el premio Nobel de la Paz en representación del organismo que dirige. Al igual que su homólogo, este diplomático egipcio de 63 años se ha destacado por su postura en contra de algunas decisiones del Gobierno de Bush, sobre todo en lo referido a la invasión angloestadounidense de Irak. ElBaradei volvió a reclamar ayer la necesidad de reducir el gasto armamentístico en favor del desarrollo de los países más pobres. «Si no queremos que la humanidad se aboque a la autodestrucción debemos pensar que las armas nucleares no tienen espacio en nuestras conciencias y tampoco en nuestra propia seguridad», argumentó ElBarardei. Globalización «El premio Nobel de la Paz es un poderoso mensaje», agradeció el diplomático, que recordó que la actual globalización mundial logró derribar las barreras del movimiento de bienes, ideas y personas, pero también, admitió «ha acabado con las barreras que confinaban y localizaban las amenazas de seguridad». El director de la AIEA, a pesar de sus críticas al desarrollo armamentístico nuclear, ha sido censurado por algunas organizaciones, como Greenpeace, cuyos representantes que estos días corean consignas en Oslo y Estocolmo contra la decisión de la otorgarle el premio a un miembro de la ONU. Quizás sea por ello que ElBaradei destacó en su discurso la necesidad de abolir la carrera belicista de algunos países. «Debemos asegurarnos absolutamente de que ningún nuevo país consiga armas nucleares», afirmó ElBaradei, al tiempo que aprovechó para comparar este tipo de armas con la «esclavitud y el genocidio», para lo que la sociedad luche «con todos sus fuerzas» contra esta «anomalía de carácter histórico». En su opinión sobran todas las 27.000 cabezas nucleares que dijo estar distribuidas por el mundo y reclamó a los «ocho o nueve» estados que las poseen a que las destruyan «por el bien de la humanida». Todos los miembros de la familia real sueca asistieron a la ceremonia a diferencia del año pasado, cuando la princesa Magdalena no había podido asistir debido a un proceso gripal. El Konserthuset lucía una estética que se ha perpetuado en el tiempo, aunque en esta ocasión recuperó el denominado concierto Nobel, a cargo del violonchelista franco-estadounidense de origen chino Yo-Yo Ma,

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