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CRÉMER CONTRA CRÉMER

El cuento de nunca acabar

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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NO SE TRATA de seguir la rutina de considerar que León, que es nuestra tierra, resulte incómoda a fuerza de acumular constatemente trapisondas, manejos y todo tipo de controversias. Es sencillamente, o no tan sencillamente, que en León, que sigue siendo nuestra tierra a pesar de todos los signos contradictorios suelen ocurrir cosas extrañas, sucesos que serían motivo de jolgorio si no dieran pena, y sobre todo ocurre que en León los acontecimientos se reiteran, se enconan, sin que los argumentos que algunos esgrimen, no tengan respuesta adecuada, que sería la de reiterar a los causantes la cédula de habitabilidad. Cuando no es el Ayuntamiento de la ciudad y sus muchachos y muchachas, es Antibióticos, con sus manejos un poco de jugadores de ventaja y ustedes perdonen la sugestión o la remolacha y sus azúcares con música hispanoamericana: «Son tus acúzares, mujer,/ los que me soliveyan...» Por unos o por otros, la casa sigue mostrándose sin barrer, sin medios de transportes, sin luminotecnia y sin acabar de componer un programa de estructuras suficientes para el cobijo de automóviles, que no parece sino que quisiéramos acreditar nuestra condición de gentes de catacumbas. Por si se han incumplido las Leyes Orgánicas de Bases o las no menos interesantes Leyes Orgánicas del Régimen Electoral General, se armó la tremolina en la sala de juntas del Concejo, de cuya representación fueron los destacados, ilustres e inquietos concejales señores Javier Chamorro, José María Rodríguez de Francisco y doña Covadonga Soto. Se dijeron, de una manera o de otra, de casi todo y como de costumbre, la sangre no llegó al río, pero calumnia o insulta que algo queda. La andanada, por ejemplo, que uno de los contrincantes le lanzó a doña Cova, fue de las que encienden el pelo, vino a decir, o dijo: «Covadonga Soto se atreve a poner en duda mi honorabilidad por minutas de treinta euros, mientras que ella cobró durante los seis meses que estuvo de baja por maternidad», etcétera, etcéra, añadiendo a continuación «... la misma de la que sacaremos la lista de familiares directísimos que están en la concejalía de Parques y Jardines»... O sea, la guerra. Como guerra solapada es la que los itálicos le tienen declarada a los trabajadores de sus fabricaciones, a los cuales de una forma o de otra se van deshaciendo hasta que no quede sino el servicio de limpieza. Menos mal que la Caja de Ahorros y Monte de Piedad (Caja España para los amigos imponentes o impositores, que de cualquiera de las maneras puede decirse, desplazaba su armamento a Cataluña, la bien sentada, para emplazar en su capital, Barcelona la bona, zonas operativas, mediante las cuales el nombre y el prestigio histórico de León, llegará a tener el mismo nivel que la Caixa o que cualquiera de esos bancos del interior que ofrecen tan suculentos retiros a sus capitanes. Y el resto de los leoneses piensa que ya es sonada la hora de enmendarse. Que conviene dejarse de zaragaterías y juegos de manos para intentar entender cuáles son los verdaderos problemas que nos atañen, que nos soliveyan y que nos traen y nos llevan por la calle de la amargura: por ejemplo la fuga de juventudes hacia zonas de menos lúgubres restos, pero de más y mejor manera de matar pulgas, y la carestía de la vivienda, que alcanza alturas de mareo, y el índice de trabajadores sin trabajo. ¡Basta ya! Diríamos, si no nos confundiera por el grito, ya está bien que se nos cante en lleunés incluso aquello de León, León, Ciudad añeja: ¿Por qué te vistes, ¡ay! con piel de oveja?