CRÉMER CONTRA CRÉMER
Manifestaciones y procesiones
Y PRECISAMENTE cuando los pregoneros del tiempo se disponían a informarnos de que se había acabado el otoño y la nieve ya en los altos nos metía el miedo y el frío en el cuerpo, los padres de los niños estudiantes, los maestros de los mismos niños, los párrocos de las parroquias de la comunidad y quizá hasta el obispo de la diócesis declaraban la huelga general de la Educación. Bueno, más bien la protesta, mediante una multitudinaria demostración de poderío por la reforma de la Educación que manda hacer el presidente del Gobierno. Previamente la vicepresidenta del mismo gobierno de don José Luis, se desplazó a Roma, la ciudad santa donde el Papa vive y reina por los siglos de los siglos, para realizar una visita preceptiva, sin ninguna trascendencia ni solemnidad, a «la pata la llana» que diría la gente del agro. Y en todos los centros de enseñanza, fueran regidos por religiosos o por seglares, se trató del espinoso tema de la reforma de la dicha enseñanza, que en España ha sido siempre motivo de sublevaciones y hasta de guerras, dada la tendencia que se tiene entre los hispánicos en convertir en Cruzada lo que debiera ser encuentro fraterno para el mejor entendimiento entre las partes y provecho fecundo de los niños estudiantes. Porque mientras los unos y los otros, los clérigos, los obispos y los padrecitos se tiran piedras con intención perversa de romper los tejados de cristal, en la Europa del ordeno y mando se descubre que España, o sea nosotros, formamos parte del censo de analfabetos más notable, a la par con Malta y con Portugal. Esta intransigencia de los unos y de los otros, esta politización de la religión, este traer como por los pelos la doctrina y la interpretación de los libros sagrados es lo que, en uno de los momentos de furor a los que estamos acostumbrados nos llevó a la barbaridad de la guerra nuestra con un millón de muertos. ¿Es que los políticos, los obispos, los padres, los niños y las aspirantes al monjío laico, quieren volver a las andadas, reorganizar los batallones, armar a los ásperos combatientes? Alguien tiene que parar este movimiento levantisco y obligar a que los responsables acepten el buen juego del diálogo, del reconocimiento y del respeto. Porque si no¿ Bueno, si no hubiera ni forma legal ni fuera capaz de dominar nuestros ímpetus peleones, tendríamos que inventar los mecanismos para evitar el predominio de los tontos de la sangre. Y de paso o como consecuencia la vergüenza nacional, de aparecer en el cuadro europeo como una de las tres naciones más atrasadas de Europa. Porque lo triste de todo este galimatías en el que nos están metiendo es que quien lo inventa, lo dirige y lo aprovecha suele ser alguno de esos cantamañanas duchos en manejar la aguja de marear. Aquel Don Ramón María del Valle Inclán, el bien barbado, repetía: «Hay incluso honra en ser devorado por los leones, pero ninguna en ser coceado por los asnos».