Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

La LOE que viene

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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LA LOE QUE VIENE, o sea la Ley Orgánica de Educación y de otras funciones, está al caer. Cuando me dispongo a cubrir el espacio que la dirección me tiene asignado en la página equis de este periódico, recuerdo una manifestación, compuesta por clérigos y seglares de miles y miles de asistentes y asistentas. El mismísimo señor Cardenal, Rouco Varela, asistió a aquel ceremonial, en una de las demostraciones de poderío más tenso de la legislatura. Ríanse ustedes, si es que todavía conservan las ganas sanísimas de reírse de aquella tremenda ocasión en la que la sociedad, a través de sus representantes se disponía a probar los matrimonios entre homosexuales de igual sexo o de sexo neutro y sonríanse del naufragio anunciado de cuando los marineros de agua salada anunciaron que o se les subían las subvenciones para poder contrarrestar las acometidas del Islám o no pasaba una sardina por las mallas pescaderas de los hijos de la mar. Lo de la LOE, o sea lo de la Ley Orgánica de Educación ha sido infinitamente más cuestionado, más peleado y si no parece enteramente a una cruzada porque el señor Rouco no lo ha pensado, pero una Cruzada sería el detonante más estruendoso y eficaz. La educación en España ha sido desde tiempos inmemoriales un problema difícil, de ahí quizá se entiende que los españoles hayamos resultado tan torpes para entender cuales deben ser las líneas programáticas que los estados deben defender para conseguir una ciudadanía culta, preparada y bien dotada. Y que el resultado de esta indiferencia hacia la ilustrísima y honesta profesión del magisterio haya devenido en una profesionalidad de segunda, infinitamente menos apreciada que la de baloncestista o que la de ciclista. Los españoles, con lecturas del Quijote y sin ellas formamos parte de una sociedad mal estructurada y peor dotada, y cualquiera de las formas que los distintos gobiernos intenten por enderezar esta torpísima manera de entender la educación pública resultará insuficiente y mal pagada. Cuando en España se planteó aquello del Plan Callejo para intentar enderezar la marcha de la educación laica, todo el país se sintió alistado para una guerra inacabable. En estas estamos. Los señores eclesiásticos, alegando que tienen derechos sagrados para intervenir, se disponen a pelear hasta morir con las organizaciones educativas puestas a su medida y los señores y señoras del gobierno de Don José Luis, dicen que menos lobos, que la educación corresponde al Gobierno y que si los señores sacerdotes quieren intervenir en la educación de los fieles que lo paguen de su bolsillo y se dejen de manifestaciones o de procesiones bullangueras que en resumidas cuentas no hacen sino justificar los movimientos de los mineros, por ejemplo, o de los camioneros cuando se echan a la calle en demanda del pan y de la justicia distributiva. Porque, mis queridos admirados y respetados señores de la clerecía, lo que el pueblo demanda con angustia es trabajo, no hostias.

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