Diario de León

Mujeres en pie de paz

Pese a ser las «dobles víctimas» de los conflictos y seguir marginadas de las mesas de negociación, las mujeres son las grandes constructoras de paz y normalidad en el mundo

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Manu Mediavilla - madrid
León

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Su condición de dobles víctimas de los conflictos (por el uso de la violencia antifemenina como instrumento de guerra y como parte de la población civil que sufre el 95% de las bajas), no impide a las mujeres ser las grandes constructoras de paz . Así lo reconoció por primera vez el Consejo de Seguridad de la ONU en su Resolución 1.325 de 2000, en la que exigía «aumentar su participación en los niveles de decisión para la prevención y solución de conflictos y en los procesos de paz». Cinco años después, la conciencia sobre el tema se ha ido abriendo paso, pero la presencia femenina en las mesas negociadoras sigue siendo ínfima. Para contribuir a remediar este déficit y extender más esa conciencia, la granadina Fundación Euroárabe de Altos Estudios desarrollará en 2006 el programa Por una cultura de paz, mujeres en zona de conflicto . El proyecto, apoyado por la Agencia Española de Cooperación Internacional y el Ministerio de Cultura, implicará a ONGs, investigadores universitarios, analistas de seguridad y profesionales de la información, además de a sus protagonistas, las mujeres que padecen en carne propia tales conflictos y que siguen tendiendo puentes para mantener viva la esperanza de la paz. Un seminario y una mesa redonda han servido de prólogo a la iniciativa. Violencias calculadas «Todas las guerras tienen en común la violencia contra las mujeres, que no es gratuita, sino un instrumento de guerra, aunque se quiera enmascarar». Mila Ramos, presidenta de la organización no gubernamental Mujeres en Zona de Conflicto (MZC), denunció así una realidad que se prolonga en violencias «más sutiles pero perversas» como el refugio (84% femenino) o el desplazamiento (donde «la indefensión es total»), y que se manifiesta con humillante crueldad en las violaciones masivas y la «prostitución forzosa». En Bosnia, recordó, los serbios eligieron como objetivo a «musulmanas, para que fueran repudiadas por sus familias», dentro de una estrategia bélica premeditada y organizada. Ramos se mostró consciente de que la situación ha cambiado poco desde que la Resolución 1.325 demandó protección especial para las mujeres en los conflictos y el fin de la impunidad para los crímenes de guerra contra ellas, pero subrayó que «tenemos un instrumento de derecho para exigir su cumplimiento». En África, Europa y Asia De hecho, los conflictos de Ruanda y Bosnia han visto ya las primeras condenas por violaciones de mujeres como crímenes de lesa humanidad, aunque quedan pendientes miles de expedientes más. En este contexto, remachó la presidenta de MZC, «apostar por la igualdad es apostar por la paz», porque «la igualdad es la condición indispensable para hablar de democracia, derechos humanos y justicia social». Además, añadió la escritora y traductora iraquí Báhira Abdulatif, «la cultura de la paz es importante para mantener los derechos conquistados por la mujer y el feminismo», que nunca dejan de ser «frágiles y precarios». Irak es un claro ejemplo de retroceso femenino como consecuencia de los conflictos. En los 60, década de relativa estabilidad política y económica, se garantizaba la igualdad jurídica con «el Código Civil más avanzado de la zona», la conciliación de la vida familiar y laboral y el acceso a los puestos de decisión. En los 80 llegó la inflexión con la guerra con Irán y la devaluación de la moneda: «La mujer seguía visible, pero empezó a perder derechos». En los 90, «con el bloqueo, se vino abajo»: sus salarios míseros la empujaron «a casa». Abdulatif destacó que «con la ocupación, el paro llegó al 70% y las mujeres perdieron todo lo que iban ganando en un siglo». Ahora están atrapadas entre «dos discursos», el de la emancipación femenina que proclaman los ocupantes -relativizado por sus concesiones a los chiítas- y el de la superioridad masculina que predomina en la insurgencia y entre las mayoritarias parlamentarias islamistas. «Conseguimos derechos y pensamos que van a ser eternos, y no es así».

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