Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

Ideologías e ideofagias

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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DESDE HACE YA AÑOS, bastantes años, vengo intentando convencer al Ilustre Ayuntamiento de León, que en paz descanse, sobre la necesidad de seleccionar sus calendarios, sus libros operativos para no vernos envueltos en tareas acongojantes de rectificación, cuando no de esclarecimiento de la realidad y el deseo. Los Organismos, más o menos oficiales, u oficiosos, se pasan los mejores años de su función, que no de su vida, dando tres cuartos al pregonero, analizando frases e inculpaciones para verse al final envueltos en la más absoluta ignorancia de lo que va del dicho al hecho. Y esto no es solamente una culpabilidad que debe aplicarse a los padrecitos de la patria, sino a todos cuantos de una manera o de otra nos vemos obligados «a estar en la pomada», dicho en lenguaje paladino. Para alcanzar un mínimo de conocimientos en la traducción de los eventos que acontecen en la rúa, sugerimos, humilde pero fervorosamente, del Municipio sucesivo e imprevisible que se concediera un mínimo de atención al fenómeno de los signos, de los símbolos, de las representaciones, a fin de que a la hora de aplicar las decisiones éstas se ofrecen debidamente analizadas y adecuadamente traducidas. Para lo cual solicitábamos la creación de un Aula Municipal de Cultura, es decir un centro libre de aleccionamiento o de información cuando menos de todos aquellos términos y simbolismos que se nos escapan. De este modo tal vez, acaso, quien sabe, nos sería concedido el milagro de contener la fuga de cerebros, de jóvenes estudiantes, de técnicos bien dotados que como se acusa desde la Universidad Leonesa, resultan una sangría pavorosa y de futuros inciertos. Según las estadísticas que se han hecho públicas registran un descenso de 600 alumnos en las Aulas Universitarias. Y esto es grave, lo suficientemente grave como para mover el ánimo de los señores responsables, en lugar de moverse incluso con pasión y por supuesto con dineros del común, para el montaje de «invenciones» que al cabo no persiguen y no consiguen otra cosa que la creación de nuevos puestos de trabajo o disculpas ocupacionales para los bien apadrinados. ¡Cambiemos los símbolos y cambiaremos también los montajes, las manipulaciones y las trampas! Hubo un tiempo en el que los que ya datamos de la generación del noventa y ocho, teníamos como figuras relevantes de nuestra iconografía laica, a Charles Chaplín o a Mario Moreno. Charlot y Cantinflas eran y continúan siendo para los supervivientes ejemplos de superior comportamiento social y objeto de la devoción popular. Se trataba de personajes en el sentido más estricto del término, de espíritu independiente, de impulsos reivindicativos, de adhesión con los principios de hermandad y de justicia que se instalaron en el catecismo nacional e internacional como modelos a los cuales debíamos acatamiento. Al parecer han sufrido un trasplante generacional peligroso. Y hoy se convierten en metáforas burlescas utilizadas para ocultar la ausencia de atributos ejemplares en el lenguaje actual, del cual a lo que se aspira más enconadamente es a suprimir la letra y la música del mensaje, de cualquiera de los mensajes que se debieran transmitir, supliéndolas por un juego de tontos. No, señora, cuando digo Charlot estoy mencionando no tan sólo una figura de la pantalla sino una lección de vida. Lo mismo que cuando digo Mario Moreno, el Cantinflas del lenguaje crítico y de la ideología ignorada. Y es que no siempre los que escribimos para el lector apresurado tenemos ocasión y espacio de explicarse. Porque o uno se explica por sí solo, o no se explica.

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