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«Recuerdo bien sus caras»

Teófilo Moro Rodríguez, que regresó el pasado verano a la capital maragata, en la que nació, busca ahora a sus compañeros de colegio que dejó al marcharse en 1936

Publicado por
Alberto Domingo - astorga
León

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«Tú hablas como mi madre», le dijo Teófilo Moro Rodríguez a Manuela Vidal un día, casi sin conocerse, en el taller de restauración que éste regenta en la calle del Padre Oltra, a un paso del puente de Toledo, en Madrid. Y, entonces, todos los recuerdos de Astorga y de su infancia y de la Guerra Civil pasaron, una vez más, y ya son 77 años, por su cabeza. Gracias a Manuela y su familia, de Quintana del Marco, el viejo restaurador de muebles pudo regresar a su ciudad natal, Astorga, este verano. La abandonó a consecuencia del conflicto bélico y no había regresado aún. Teófilo, que perdió a su madre en 1936, aunque no recuerda la fecha exacta, tuvo el tiempo justo de ver «la casa en que nací, el 4 de mayo de 1928, ya derruida, en la calle de Rectivía» y busca ahora a quienes fueron sus compañeros en colegio Santocildes, que se encontraba «entre el Palacio de Gaudí y el Monumento a Los Sitios, que ahora han puesto cerca del Ayuntamiento», recuerda. Recuerdos de la muerte Teófilo, hijo de Umberto Moro Lucas, secretario de la Casa del Pueblo de Astorga, tuvo una niñez agitada: «Mi padre tuvo que escapar y mi madre, que ya estaba un poco enferma, murió porque unas vecinas falangistas la llevaron a una manifestación y la trajeron ya bastante mala. Falleció en una casa en la que se llamaba calle de la Libertad». Y también murieron «el alcalde de Astorga, Carro, que era íntimo amigo de mi padre, y el doctor Cortés. Los fusilaron juntos». Teófilo Moro asegura que «a mi padre le dirían lo que fuese, pero una noche escondió debajo de la cama a un sacerdote para que no le mataran» y recuerda que, antes de que todo el horror sucediera, «mi ilusión era ir a ver a los maragatos tocar en el reloj del Ayuntamiento», así como vivir aventuras de niño en las murallas de la ciudad o ver a «los pulperos, que vendían el pulpo los martes, y al San Juanín con sus carreras», de la Semana Santa. Tras la huida de su padre y la muerte de su madre, el restaurador vivió en Salamanca y en Zamora con los familiares que quisieron acogerle: «Vagabundeé bastante», dice. Por fin, en 1940 le encuentra su padre, que le lleva a Sevilla, ciudad en la que había encontrado trabajo y donde se había vuelto a casar. En la suerte de Umberto Moro Lucas influyeron de manera decisiva «los dueños del teatro Gullón, donde mi padre trabajaba de Tramoyista. Por el cariño que le tenían le enviaron primero al teatro de Zamora y, después, a Sevilla», cuenta. «Grabadas en la memoria» Teófilo vive en Madrid desde que se casó, en el año 1960. Nunca había vuelto a Astorga, de la que tiene, admite, «claros recuerdos». Nadie le contó dónde enterraron a su madre, aunque hubo quien le obligó a contemplar «cosas que un niño no debería ver», junto a la tapia del cementerio astorgano. El restaurador, se refugia en su taller desde que enviudó hace año y medio. Allí el destino quiso que se encontrara con Manuela Vidal y que regresara a Astorga. Ahora, su máxima ilusión es encontrar a unos compañeros de colegio cuyos nombres no recuerda, «aunque sus caras las tengo grabadas en la memoria» y en una fotografía de 1934 que todavía conserva.

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