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¿QUIÉN no ha de tener hoy la certeza de que, al menos, un científico respetable -o no- está enfrascadísimo en modificar el clima o defenderse de él, de las nubes, de esas autopistas del agua de la vida que sin noción de fronteras recorren y cruzan los cielos hechas vapor porque son la vaharada de los dioses para traer la fortuna de las cosechas a los afanados y las desgracias a los de siempre, pues demostrado está que los hostiazos, como el agua, corren siempre hacia abajo, qué naturaleza, qué carácter, cuánta fatalidad, así que los países ricos tienen que estar dedicando algunos dinerillos a la ciencia de buscar la manera de contener los temporales, desviarlos, empantanarlos o disolverlos, con tal de que no arremetan de nuevo con la furia huracanada de estos últimos meses tan devastadores en los Caribes y en las mismísimas barbas del tío Samuel, Sam, cosa que cabrea mucho a la primera potencia científica del planeta, esa potencia que, si ya sabe cómo hurgar en el cosmos y domesticarlo, cómo no va a meterse en once varas de camisa para domar nubes o trasvasarlas y poder usar estas malas artes algún día con fines militares, como arma de agresión definitiva, tsunamis a domicilio, sequías por correo o satélite, seguro, no un científico, muchos científicos y meteorólogos han de estar aplicados en este instante a urdir correcciones climáticas, defensas ante catástrofes, diques aéreos, vete tú a saber, porque se están jugando el poder total y porque hay que pillar o ser pillados, que el aire es ya lo único, lo únicamente único, que no han podido robar hasta ahora (o eso creemos), nunca podrán detenerlo, retenerlo o nacionalizarlo (el espacio, sí; el aire, no), pero sí enguarrarlo, robarle la pureza a la que todos los demás tienen derecho sagrado, emponzoñarlo para que le llueva mierda al vecino y se les craquelen hasta las grisallas de sus vitrales, para que hasta a los esquimales les acaben llorando los ojos y se les infecten bronquios y narices que nunca olieron el aire tan cargado de una desconocida sopa diabólica saturada de gases y metales en suspensión, venenito para los poros, porque gran sopa es el aire, este aire en el que, como en esta pregunta, no hay puntos ni apartes ni respiros porque todo viene revuelto, densamente amecido, cacetada de lentejas... ... quién no tiene esta certeza?

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