Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

Memoria histórica

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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SE REPITE, INCLUSO como razón de honor, lo que de familia que no cuida su memoria histórica resulta familia sin cédula, sin mención siquiera en el recuerdo de sus vecinos. La memoria histórica se ha hecho tan indispensable para andar por este mundo, por cierto de lo menos histórico, que ya no queda en el censo general ni una sola familia que no disponga de un copioso memorial histórico. Gentes de la política, recién llegados e incorporados a dedo en alguno de los infinitos mecanismos oficiales, se apresuran a insistir en que la memoria histórica es específicamente aquella que se desprende de la ingrata aventura de la guerra civil española, precisamente cuando los más historicistas se saltaron la historia que la ley garantizaba a la torera, para instrumentar su propia memoria histórica. De modo que tanta memoria histórica es la que se desprende de las víctimas de aquella incivil demostración, como la que generaban los gloriosos vencedores. Se levantan muertos que garantizan la memoria histórica y se construyen templos en los cuales se mantiene el culto a los infelices que murieron precisamente en un tiempo en el cual la historia y sus memorias saltaban por los aires. La mención que ahora se hace de la memoria histórica, es, por tanto, una posición tan contradictoria que pocos aciertan a explicar correctamente qué es lo que debemos entender por memoria histórica. Y es que quizá por lo que el asunto tiene de reflejo de nuestra manera de ser, de nuestra naturaleza, de nuestra condición y ¡ay! de nuestra educación, a fuerza de mencionar el concepto de memoria histórica, digo yo, con perdón, es aquella que nos permite prescindir de tópicos históricos, de leyendas y de fabulaciones para entregarnos a la construcción de una realidad histórica, que, desoyendo el eco de la memoria histórica y sus torpes significados, nos permitiera una vida en común absolutamente humana, sin gangas de democracias de cazuela o de tradicionalismos de chicha y nabo. A fuerza de repetir el «lugar común» de memoria histórica, estamos olvidando lo que debiéramos tener de comunidad tolerante, fraterna y respetuosa con todos. En torno a la mención de «memoria histórica» se han levantado ideofagias de las cuales aspira a vivir la mitad de la población, y la otra mitad, también atendida a su entendimiento de lo que debe ser la memoria histórica, a no dejar vivir a la otra mitad. Unas magníficas gentes que guardan un santo recuerdo de aquellos seres queridos que fueron convertidos en memoria histórica a tiros, me concede el honor de invitarme a un acto en el cual se intenta reconstruir, no se sabe hasta qué punto, este milagro posible de la memoria de los muertos, para lo cual insisten en mencionar la memoria histórica, y yo me disculpo, tanto por mis limitaciones físicas como por mi entendimiento de lo que quizá debemos entender por memoria histórica, que tal vez consista en olvidar.

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