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Publicado por
JOSÉ ROMÁN FLECHA ANDRÉS
León

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CADA uno de nosotros se define por lo que busca. Hay quien anda por la vida buscando solamente ocasiones de ganar dinero, o de situarse en un escalón más alto del rango social. ¡El escalafón es el escalafón! Y te lo justifican con una cara dura que asusta. Otros van por ahí buscando un amor. O tal vez, otro amor. O tan sólo «un rollo de primavera» para ir matando el aburrimiento. Y muchos otros buscan un nuevo modelo de coche o un nuevo aparatejo electrónico que acaba de salir y con el que se puede dejar pasmados a los colegas. La verdad que también hay quienes buscan solamente sobrevivir, poder llegar a final de mes, salir de una grave enfermedad o llegar a las costas europeas en una patera o en una canoa inflable que quién sabe si aguantará el peso y los embates de las olas. ¿Falta alguien? Sí, también hay quien no sabe lo que busca o quien parece no buscar ya nada. Y estos son los que más pena dan, porque se les ha muerto la esperanza por el camino. La presteza y la alegría El evangelio de este segundo domingo del tiempo ordinario (Jn 1, 35-42) nos presenta a unos hombres llenos de inquietud. Son discípulos de Juan el Bautista. Pero, a su lado, han descubierto ya a uno al que su maestro llama «el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo». Buena presentación para encender el ánimo. Eso bastó para que se fueran detrás de Jesús. El teólogo Urs von Balthasar escribió que en realidad el seguimiento no comenzó con aquellos primeros pasos de Andrés y el otro, sino con la iniciativa de Jesús. Se volvió y les preguntó: «¿Qué buscáis?». Todo el relato es como una parábola en acción cargada de mensajes. Cinco, por lo menos. La vida cristiana se identifica con el seguimiento de Jesús. Para seguirle de verdad, la voluntad humana ha de ser ayudada por su invitación. El paso siguiente es la escucha atenta de su mensaje. Y esa paz de la permanencia junto a Él. Por fin, la fascinación de ese encuentro ha de motivar la presteza y alegría para anunciar a los demás lo que se ha descubierto en Él. El examen y la meta No hay que olvidar aquella pregunta inicial de Jesús. De ella depende la vocación a la fe, y el discipulado cristiano. ¿ «¿Qué buscáis?». Con esas palabras habremos de examinar cada día la sinceridad de nuestra vida de creyentes. Ojalá le busquemos a Él y no a nosotros mismos. A Él y no a las cosas que nos van encandilando cada día ¿ «¿Qué buscáis?». Esas palabras son un buen principio de discernimiento para la comunidad eclesial entera. La Iglesia no anhela poderes ni privilegios. Sólo la libertad indispensable para vivir y anunciar el mensaje de su Señor. ¿ «¿Qué buscáis?». En esas palabras también los no creyentes podrían descubrir una pregunta que los habría de orientarlos a lo esencial de la vida y a la esperanza más auténtica. Sin miedos ni amenazas. - Señor Jesús, tú eres la meta de nuestras búsquedas. A ti buscamos cuando decimos buscar la verdad, la bondad y la belleza, la paz y la justicia, el amor y la fraternidad.

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