Diario de León

EL AULLIDO

El archivo de Salamanca

Publicado por
LUIS ARTIGUE
León

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NUESTROS NOVELISTAS llevan tiempo tratando de decirnos que de la Guerra Civil, de ese desgarrón en la bandera blanca de nuestra Historia, también se pueden extraer lecciones éticas como la de la valentía, la del perdón, la de la piedad, la de la memoria, la de la humanidad, la de la superación del miedo y la pasividad¿ Nuestros novelistas nos están advirtiendo mediante la fascinante contundencia de la ficción de que olvidar la Guerra Civil y sus causas nos traerá a todos graves consecuencias. Sin embargo una vez más la política parece empeñada en ir en contra de la ficción y, lo que es lo mismo, en contra de la razón. Fíjense sino en la que se ha armado entorno al Almacén Nacional de Documentos Incautados de Salamanca -ahora llamado Archivo General de la Guerra Civil- cuando los legítimos dueños de esos documentos privados y públicos que en otro tiempo fueron botín de guerra piden ahora -no por la fuerza armada sino apelando a la ley y a la democracia- que les sean devueltos. Desde el punto de vista lógico es una petición de lo más pertinente, pero sigue habiendo quien no respeta las leyes que no le gustan. En defensa de lo que llaman la unidad del Archivo -todo el mundo sabe ya que de cada papel que salga de Salamanca quedará allí una copia con lo cual no peligra su unidad- ha habido manifiestos, manifestaciones y demás familia, pero sin duda lo que más sorprende son esas vallas publicitarias con la foto de Carod Rovira y una frase de Unamuno. Oh, asombra ver a las autoridades encendiendo a la gente de allí como si les estuvieran robando algo y no al contrario; pero lo que más sorprende son los argumentos manipuladores. «Venceréis pero no convenceréis» dicen esas vallas al respecto parafraseando a don Miguel de Unamuno que, una vez, pronunció esas palabras admirables que casi le cuestan la vida: eran el alegato definitivo de un hombre valiente capaz de hablarle al ejército allí presente sobre el poder y la ética de la resistencia, nada menos. El uso que las autoridades municipales y autonómicas han hecho de esa frase épica constituye pues un acto de manipulación, y un decidido ejemplo de que esos políticos ni leen ni entienden a nuestros novelistas actuales. Por eso como pirómanos se ponen otra vez a encender fuegos nada fáciles de apagar. Personalmente la polémica en torno a ese Archivo me ha hecho volver a pensar en Miguel de Unamuno. He vuelto a aquel católico heterodoxo con repetidas crisis de fe y con hambre de absolutos que, en su relación con el poder, siempre tuvo claro que la democracia es imperfecta y hasta aburrida pero la necesitamos decididamente, sí, y también tuvo bien claro que ante el poder se precisa una actitud de alta exigencia constante, y de denuncia cuando es preciso. Por eso don Miguel se enfrentó al dictador Primo de Rivera, -por ello fue desterrado a Fuerteventura- y por eso se enfrentó en otra ocasión también a Millán Astray, aquel homínido vestido de militar: sus palabras tenían en ambos casos el pálpito de la verdad y de la justicia. Esa frase sacada a colación ahora por la Junta y el Ayuntamiento de Salamanca está pues tan sacada de contexto y dada la vuelta que parece una blasfemia; de hecho pretende traicionar aquel momento heroico en el que fue pronunciada. Sin embargo el ejemplo de don Miguel de Unamuno aún nos enseña hoy que el coraje siempre es la mejor opción, que la cultura y la inteligencia constituyen una protección contra las agresiones del poder y sus intentos de manipulación, y que la democracia - esa legimitidad que dan las urnas- ha de ser nuestra razón en tiempo de turbulencias. Don Miguel con su barba blanca, con sus ojos de felino, con su sentido de la justicia, con su gusto por la intrahistoria corriente y moliente constituye hoy un argumento y una bandera para lo contrario de lo que defienden esas infames vallas publicitarias. En fin.

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