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Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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Y NO ES POR ALARMAR a la parroquia, sino por advertirles de lo que nos puede suceder a todos si no tenemos la suficiente prudencia como para eludir compromisos o arriesgar nuestra felicidad en la tierra a un corte de droga blanda blandísima o a la consumición clandestina de un cigarrillo en la Catedral o en la ermita de San Hermenegildo, únicos lugares en donde la rigidez de las leyes contra el vicio de echar humo por las narices se nos consiente, sin incurrir en delito. El rigor de las normas establecidas cuando apenas nos hemos recuperado del susto múltiple de la Nochebuena, la Navidad, San Silvestre, las doce uvas, los Reyes Magos y alguna que otra contingencia que se les pueda ocurrir a nuestros ínclitos padres tutelares, es, digo, de tantísimo rigor que los ciudadanos, sacándose las manos de los bolsillos para llevárselas a la cabeza, no saben cómo van a poder salir del atolladero. Porque bien está, si es que las Cortes dicen que está bien, que para equilibrar los presupuestos y nos sea posible enviar soldados en misión de paz para construir barracones en países mucho más desgalichados que el nuestro, y que a tan benemérito fin aumenten los precios de las hipotecas, y del butano, y del gas, y de la luz con sombra incluida. Y que se dispare el IPC y el AVK y la leche en polvo, si es que mediante esas medidas nos será posible acudir a las Rebajas de enero o a las de febrero si queda algo que ofrecer; pero que de una tacada, sin consultar con el pueblo y menos con los dos millones de parados con que cuenta nuestra nómina, nos parece, -¡y ustedes perdonen!- una barbaridad de lo más bárbaro. Así ni se hace patria ni se vela por los intereses de la ciudadanía ni llegamos a supervivientes. No somos alarmistas ni estuquistas ni nada, pero a este paso no llegamos al nuevo año 2007. ¡Y miren ustedes qué necesitados que estaremos de que esta tendencia cambie de ruta, que hemos corrido a alistarnos a los esforzados batallones que apuran sus filas para la nueva prueba electoral, de la cual nos van a salir el resultado de todos los movimientos y variaciones experimentadas durante el año 2005, del que esperábamos salud, dinero y un cargo a la lumbre y nos hemos encontrado con una subida de precios y de tono que ni el más escéptico en materia política podía imaginarse. Nos estamos superando en la elevación de tarifas y ya ni los transportes, ni la luz, ni el pan, ni chorizo empanado serán en el futuro realidades alcanzadas. Y lo más tremendo de la aventura es que los responsables, más o menos, de tantísimo desarreglo doméstico, intentarán convencernos, mientras mueven los precios a vanguardia de que las señales que los oráculos nos transmiten seguirán intentando convencernos de que estamos a más de tres puntos de los pueblos más caros de la cristiandad y de que el índice de parados, es inferior al que aparecía en los boletines de hace diez años. ¡Señor, Señor, cuanta paciencia!

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