El caviar se va a acabar

CUANDO LLEGO A mi humilde morada, después de un trabajo intensivo y especialmente agotador, me informa el vecino, de oficio estuquista sin trabajo, que, según indicios, el caviar y el esturión, pueden encontrarse en situación alarmante de desaparición. Dice el vecino informante que se debe a que la alimentación del mundo está sufriendo una reforma en profundidad; que el mundo laboral y gastronómico en lugar de respetar la tradición de las sopas de ajo del Arcipreste, con ajo y todo, se decide por el caviar del Caspio y que esta tendencia gastronómica afecta a la economía de los pueblos. Y con razón, le replico yo al vecino alarmado, porque toda variación o desaparición de la dieta habitual de alimentación de la especie puede ser y es un presagio de alteración del equilibrio universal. Un mundo sin caviar y sin esturión que es su productor más encomiable y fiel es un mundo llamado a desaparecer, y ni siquiera los pueblos de Irán, de Rusia o de Kazakistán, que son productores de este alimento universal se atreven a predecir lo que puede ser de sus respectivas poblaciones humanas si les faltara el caviar. El vecino, al explicarme sus temores se escrespa, se subleva, pone los ojos en blanco y asegura que esta nueva agresión contra la clase obrera debe ser inmediatamente detenida y sometidos a las leyes universales de penalización a quienes hacen posible esta catástrofe. La comercialización de este producto se atienen a las reglas o leyes establecidas por los centros de explotación más característicos, como zonas más o menos regadas por el Mar Negro, por el Mar Caspio y por el mar Amor, cuyas aguas bañan cursos abundantes donde el esturión ama y procrea. Nada menos que la ONU, que, como todos sabemos, es la Organización protectora del mundo organizado en patrias democráticas, y que en la realidad es posiblemente la Organización universal más inútil y más cara de cuantas las sociedades amigas del caviar inventan, pues nada menos que la ONU, según mi vecino alarmado, está tomando medidas drásticas y urgentes para controlar y hasta para limitar el consumo del caviar, dado que si, por ejemplo, es un decir, comenzaran a entregarse a la gula del caviar a los inmigrantes de Nigeria o del Ecuador, entre otros pueblos igualmente en situación inmejorable para consumir caviar, llegaría un momento en el que muchas de las veintisiete variedades de caviar actualmente en el mercado persa, se agotarían y el mundo no tendría la oportunidad de alimentarse adecuadamente, o lo que puede ser motivo de mayor desconsuelo de la especie humana, que tuviéramos que regresar al cocido maragato o al chorizo empanado astur. Entonces sí que cabría pensar seriamente en que nos encontraríamos en el fin de los mundos, y sería el momento de rechinar de dientes y encomendarnos a Cáritas. El contrabando de caviar sigue siendo en este tiempo nuestro, el negocio más floreciente. Si nos dejan sin caviar, concluye mi vecino el alarmado, no somos nada.