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Las forestaciones también pueden reducir la disponibilidad de agua y salinizar el suelo

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F. González - león
León

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Uno de los mecanismos de flexibilidad contemplados en el Protocolo de Kioto, destinado a reducir el cambio climático, es utilizar la capacidad fotosintética de los árboles para fijar dióxido de carbono de la atmósfera y su transformación en biomasa. Sin embargo, una investigación realizada por científicos de la universidad de Duke (EEUU) y que acaba de ser publicada en la revista Science pone en entredicho esta teoría al concluir que las forestaciones realizadas para absorber CO 2 , además de afectar a la disponibilidad de agua, pueden salinizar y acidificar el suelo. En el estudio se ha podido constatar que las plantaciones que se realizan cerca de cursos de agua provocan que su caudal se reduzca a la mitad y se seque la décima parte de ellos. En cuanto a las especies que se plantan, los investigadores aseguran que los eucaliptos son más perjudiciales que los pinos. Según han afirmado, es muy probable que las forestaciones hagan desaparecer por completo el caudal de los arroyos en las regiones más áridas (menos de mil milímetros de precipitaciones al año), que en las húmedas, por lo que provocarán una reducción importante del agua disponible. El trabajo viene a complementar anteriores experiencias en las que se demostró que se ha sobrestimado el potencial de los bosques para absorber carbono y producir oxígeno, en ausencia de otros nutrientes como el nitrógeno. En un segundo estudio se demostró que los árboles que crecen en zonas muy lluviosas retenían menos carbono que las praderas. Los expertos advierten que los árboles no son la solución al cambio climático porque antes o después el carbono que han absorbido vuelve a la atmósfera (al morir y descomponerse, sufrir un incendio o ser transformada la madera). Así sucede en la Amazonía brasileña donde la deforestación provoca la emisión de 200 millones de toneladas de carbono al año. Conviene recordar que la capacidad de absorción de carbono por parte de un árbol depende, además de la especie, del grado de crecimiento. Además, hay que tener en cuenta el uso que se le da a su biomasa. Así, en especies de rápido crecimiento, como el eucalipto, se utiliza la madera para fabricar papel, que al tener una vida útil muy corta devolverá pronto a la atmósfera el CO 2 absorbido. La sabina, por su parte, tarda más en cortarse y se emplea para fabricar muebles, cuya vida es mayor que la del papel.

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