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En?su encíclica?da cabida al amor carnal dentro de una relación espiritual

Benedicto XVI anuncia que la Iglesia no tiene aversión al sexo

Ratzinger intuye que uno de los problemas de la Iglesia es la credibilidad y abre una nueva estrategia

Publicado por
Íñigo Domínguez - roma
León

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La primera encíclica de Benedicto XVI, a los nueve meses de su elección, revela un Papa perspicaz que a la hora de elegir qué mensaje lanzar a la sociedad actual ha detectado los principales puntos de fricción y contacto con la Iglesia. Uno es el amor y el erotismo, un asunto en el que muchos creyentes y no creyentes se sienten especialmente lejos de los postulados del Vaticano. En cambio, la actividad humanitaria y asistencial católica es la que suscita más simpatías y un reconocimiento casi unánime, al margen de ideologías. Cada tema domina una de las dos partes de que consta la encíclica. Una, dedicada al amor en la que el Papa intenta hacer ver que la Iglesia no tiene aversión al sexo, sino que lo ve de otra manera en una idea del amor que, en su opinión, sería la realmente humana. En la segunda parte, Ratzinger comprende que la caridad es lo más auténtico que ofrece la fe católica a los ojos ajenos, pero le preocupa ubicarla en un marco teológico, para evitar que la Iglesia acabe convertida en una especie de gran ONG sin contenido espiritual. Esta segunda parte es más política, porque Benedicto XVI rediseña el espacio propio de la Iglesia en la vida pública: no debe hacer política, sino ser una voz paralela que aporta espiritualidad a la razón, que por sí sola no bastaría en ocasiones para hacer lo justo. Esta capacidad del pontífice de leer en la mente y los dilemas del hombre actual, incluso del ateo, es uno de sus rasgos más característicos. La actitud de comprensión hacia las posturas contrarias a la fe católica como punto de partida, aunque sea para luego tratar de rebatirlas supone un enfoque novedoso. Desde este punto de vista se ve su preocupación por llegar al hombre contemporáneo: Ratzinger aspira a convencer, casi espera que acaben dándole la razón, no tanto en que crean la verdad de lo que dice por su propio peso. Razón y erudición Juan Pablo II actuaba más por contagio, por la onda expansiva de la mística, porque su verdad le parecía clara y evidente. Ratzinger intuye que uno de los problemas de la Iglesia es la credibilidad, prefiere argumentar y razonar, y para ello se vale de un arsenal de erudición: además de citar santos, nombra a Descartes, Virgilio, Marx, Nietzsche... Un lenguaje denso para una idea sencilla en un mundo complicado: su propuesta se reduce al amor y, por extensión, a la caridad, Deus caritas est . No es exagerado decir que es la primera encíclica que afronta directamente la cuestión del sexo. El Papa asume que en este punto se abre un abismo con el 'mundo real', desde la percepción mayoritaria del hombre de la calle, y acepta el desafío de explicar por qué la Iglesia defiende lo que defiende. Pero, en un ámbito más filosófico, se embarca en el reto de replicar a la acusación que, desde Nietzsche, reprocha al cristianismo haber dado la espalda al cuerpo. «La fe bíblica no es un mundo paralelo», argumenta, sino que tiene una razón de ser y responde a la naturaleza del hombre. El Ratzinger profesor, que siempre acude a los textos y su origen, remonta la cuestión al concepto de amor que maneja la Biblia. Éste es otro aspecto distintivo del estilo Ratzinger, que a menudo acepta llevar el debate al terreno de lo cultural, al margen de lo puramente religioso. La novedad cristiana estaría en el añadir el agapé, la entrega, al eros, al amor físico, una síntesis acorde a la dualidad de carne y espíritu del hombre. Decantarse por cualquiera de los dos extremos sería un error y, en concreto, «la falsa divinización del eros lo priva de su dignidad divina y lo deshumaniza». Eso es lo que ocurre hoy, en opinión del Papa. El amor, en este esquema, busca «lo definitivo» y citando a Adán y Eva, Benedicto XVI opina que «sólo ambos conjuntamente representan a la humanidad completa»: «El eros orienta al hombre hacia el matrimonio, (...) así, y sólo así, se realiza su destino íntimo. A la imagen del Dios monoteísta corresponde el matrimonio monógamo». Éste es uno de los párrafos más contundentes del documento, quizá porque tiene una mayor lectura en relación con la actualidad. El Papa recuerda la innovación que supuso el cristianismo al introducir el concepto del prójimo, una fórmula esencial, entonces revolucionaria, que sigue siendo vigente: «Es cualquiera que tenga necesidad de mí y que yo pueda ayudar». Trasladada a la Iglesia, esta máxima se convierte en «el servicio de la caridad». Ratzinger dedica varias páginas a explicar, con referencias bibliográficas, cómo la vida en común, sin ricos ni pobres, de los primeros cristianos y su dedicación desinteresada a los demás fueron su señal más característica. Este reclamo de Benedicto XVI al mensaje esencial original, como receta de choque para la Iglesia, es otro de los rasgos que se repiten.

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