El paisanaje
El impactado
HAY UN dicho clásico, según el cual la política hace extraños compañeros de cama. Fraga, por ejemplo, presentó hará tres décadas en el Club Siglo XXI a Carrillo y su famoso libro «El eurocomunismo», que luego no fue precisamente un best-seller . De aquella se decía que, por fin, la derecha y la izquierda se habían reconciliado y que, incluso, semejaban los amantes de Teruel, la ciudad por antonomasia de la batalla del Ebro. Es posible. Pero para resucitar aquellos amores entre don Manuel y don Santiago, así como lo que cada uno de los dos respresentó en su día, haría falta ahora mucha biagra. Otro joven que anda estos días desamorado sin llegar a los noventa es Pascual Maragall, honorable presidente de la Generalitat que se acostó tan tranquilo con Carod Rovira, prometiéndoselas ambos muy felices, sin sospechar ni de lejos que Zapatero y Artur Mas les estaban haciendo la cama. O deshaciénsela, según se diga en castellano o en catalán, aunque todo viene a ser lo mismo. No pocos indicios parecen indicar, valga la redundancia, que las condiciones del pacto entre estos dos últimos, como en las parejas matrimoniales de posibles, son las que ya se presuponen de entrada en el derecho catalán de toda la vida: cama redonda pero con separación de bienes, o sea para mí La Moncloa y para ti el Palau de San Jordi. En la petición de mano el regalo ha sido el Estatut, que en precio no está mal, aunque, según Pujol, es todavía un diamante en bruto digno de ser pulido algo Mas en los próximos presupuestos del Estado. Dicen también que Maragall y Carod andan cariacontecidos y como haciéndose mohínes y desplantes sin saber a ciencia cierta quién engaña a quién. En las comedias de enredo el último en enterarse suele ser el marido cornudo, con perdón, que en este caso son dos, al pasar de tripartito a cuatripartito. En política, igual que en la vida, dos pueden pasar, tres son multitud, pero, a partir de cuatro, sale una orgía como la del chiste con la luz apagada y las negociaciones a oscuras: primero lo pasas bien y luego te dan más que das tú por salva sea la parte, como te descuides. Al final siempre hay uno que enciende cabreado la bombilla y dice aquello de «somos diecisiete autonomías y nos están dando por ese sitio a los quince de siempre». Parece ser que Rajoy ha tardado en enterarse. Falta organización en el país, como en el chascarrillo de la juerga donde se suponía que había tantos como tantas. Por lo demás Maragall pasará a la historia como Pascual el Breve -o el desnatado , leches, Pascual-y Carod como un yogurín calvo y con bigote. Los dos tienen ya fecha de caducidad, aunque Zapatero los conserve aún durante un tiempo en el frigorífico mientras prepara las próximas elecciones. Pero de ahí no pasan. No vea usted cómo acelera los trámites el divorcio exprés de este Gobierno. Hoy los pactos son casi como el matrimonio: seis o siete horas de noviazgo en La Moncloa pelando la pava del Estatut junto al quicio de la puerta, y nada más salir ya te despiden con un «si te he visto no me acuerdo». Con la autoridad moral que le da a uno haberse casado, descasado y recasado «equis» veces -pongamos que menos que Alvarez Cascos- puedo afirmar que el asturiano y yo somos unos pardillos comparados con Zapatero, según reconocen ahora todas mis ex suegras y algunos viejos ex compañeros, y sin embargo amigos, del antiguo PSOE leonés, los cuales de vez en cuando llaman para preguntar cómo me va la vida de ex soltero y ex militante resabiado. «Mejor que a Maragall el mes que viene», respondí el otro día haciendo cálculos sobre cuánto tiempo le queda a él para ser ex honorable. Bienvenido al club. Hoy estoy esperando una llamada de Maragall -supongo que a la catalana, o sea a cobro revertido-en la que me cuente sus cuitas y pida conseja de por qué Zapatero le ha roto la promesa de matrimonio después de haberse dejado mutuamente en prensa la Generalitat y la secretaría nacional del partido. Y la respuesta es fácil. A otros de por aquí también les dejó prendados de la Diputación y de no pocas alcaldías, así como la tira de otras perlas y colgantes, de los cuales no tuvieron más remedio luego que desprenderse. Hay mucho despechado del paisano presidente del Gobierno, no sólo por ahí fuera, y, si se omiten los nombres de los de por quí, es únicamente por respetar viejos pactos de silencio con los impactados. Ahora bien, quien quiera saber la lista sólo tiene que consultar las hemerotecas: Pacto Cívico (el ex alcalde Juan Morano), Pacto de Astorga o de la mantecada (la tira de compañeros del partido), Pacto por León (toda la minería a hacer gárgarás), etcétera. Él no se casa con nadie.