Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

Los ladrones no son gente honrada

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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LO DIGA EL LUCERO del Alba, Jaime Campmany o el santo obispo de Sierra Leona, los ladrones, se vistan como se vistan y se afilien a un bando o a una banda, son gente indeseable y los pueblos civilizados y dotados de guardia civil, procura apartarlos de la vida pública o privada y retenerlos como internos en bellas y cómodas cárceles modelo. España, a lo que se puede comprobar recorriendo las columnas de sucesos y noticias de los medios de comunicación y extravío con los que contamos registran en sus columnarios y en sus fértiles informarios, no menos de seis hurtos, robos a mano armada o empuñando una navaja, que asaltan domicilios de gente honrada que duerme, y establecimientos comerciales e industriales de donde se proveen de material fundamental para su comercio. Las buenas de nuestras autoridades, sin duda retenida su atención por las competiciones políticas relacionadas con los Estatutos, se sienten impotentes, incapaces y escasas para poner freno a tan descomunal fenómeno que amenaza con desequilibrar todos los presupuestos y pide más guardias, más seguridad, más policías nocturnos, como en el cine se pedía más madera. Pero según todas las conclusiones a las cuales han llegado los más avispados de nuestros investigadores, la cuestión, el asunto, el problema o el negocio no se controla decentemente ni con guardias, ni con jueces de paz y de paciencia. Se conoce de dónde proceden los ladrones más avispados y más salvajes de cuantos estamos padeciendo. Y ya se han descubierto bandas de niños atracadores, que son una bendición. ¿Cómo, entonces, podemos recortar al menos esta tendencia de las delincuencias múltiples que asolan el país? Parece la pregunta del millón, y sin embargo es sencilla: de acuerdo con la ley, a los que delinquen, sean rumanos, ruos, gitanos o ecuatorianos, se les detiene, que es tarea que se encomienda a la policía y cuando ésta coloca al infractor de la ley ante el juez y se prueban sus muchas tropelías, se le ingresa en la cárcel de la villa y en ella se le obliga a permanecer todo el tiempo que el juez haya prescrito como sistema de corrección social. Y no como suele ocurrir ahora que el aprovechado amigo de lo ajeno puede robar una y seis mil catorce veces y hasta ser detenido y condenado por hechos probadamente delictivos, sin que se vea obligado a cumplir la condena que le hubiera sido impuesta. Y algunos entran en las Comisarías, en los juzgados por una puerta y salen por la puerta trasera, sin que el ladrón haya sufrido el menor percance. En Manzanares del Real, localidad madrileña poblada de chalecitos aptos para el robo, se producen los asaltos a viviendas en cantidades tan exorbitantes que asombran a los mafiosos de Palermo. Y dos arrestados, un varón de 39 años y una compañera sentimental y profesional de 37 tacos resultaron implicados al menos en diez delitos de robo con fuerza. Los tales y cuales aficionados a robar en casa ajena, siguieron en libertad hasta que alcanzaron un número de acciones suficientemente alarmantes como para detenerlos. Una vez detenidos, se supone que serán puestos en libertad vigilada para que sigan robando. ¡Y así no se acaba ni con guardias ni con sermones.

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