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La ONU avanza contra la impunidad de la violencia contra las mujeres

Las mujeres son siempre el blanco más fácil en las guerras

Publicado por
Manu Mediavilla - madrid
León

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Bajo el exitoso eco cinematográfico de La vida secreta de las palabras resuena el clamoroso silencio de la impunidad -tan frecuente como escandalosa- de la violencia contra las mujeres como instrumento de guerra. Una penosa asignatura pendiente que apenas deja vislumbrar un futuro aprobado con la nueva legislación internacional y las primeras condenas por crímenes de lesa humanidad en Bosnia y Ruanda, que han abierto un tímido camino para que Naciones Unidas y organizaciones no gubernamentales puedan combatir con eficacia esa terrible lacra. «Las mujeres siempre han sido botín de guerra», protesta Mila Ramos, presidenta de la ONG española Mujeres en Zona de Conflicto. «Sus cuerpos se han convertido en un campo de batalla entre hombres», acusa Amnistía Internacional al analizar 40 años de conflicto armado en Colombia; la denuncia vale para otros escenarios bélicos. Y la propia Isabel Coixet, guionista y directora de la película más premiada de los Goya, se lamenta de que «la guerra aún no ha terminado» para las víctimas femeninas de los Balcanes, simbolizadas en su protagonista Hanna y cuya dignidad aplastada -sobrevivir a situaciones tan extremas suele abocar a un doloroso sentimiento de vergüenza sólo puede restituirla la justicia, el castigo a los verdugos. Modestos avances Algo se ha avanzado en este ámbito punitivo desde que en la última década los Tribunales Internacionales para la antigua Yugoslavia y para Ruanda elevaron a categoría de crímenes contra la humanidad las violaciones y abusos sexuales enmarcados en campañas sistemáticas de terror contra la población civil o en planes genocidas para destruir a un grupo enemigo. Algo se ha avanzado en el respeto a la mujer desde que están vigentes las Convenciones para eliminar todas las formas de discriminación y violencia contra ella y, sobre todo, desde que el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó en 2000 la Resolución 1.325 que exige proteger a la población femenina en las zonas de guerra y conflicto, acabar con la impunidad de sus agresores y darle protagonismo en los procesos de paz.

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