Diario de León

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CUANDO el amor pide rito, o es mito o no tiene pito... que tocar. San Valentín es san Calentín; y si hubiere efusión, san Calentón. En esto nos quedamos: regalito, frasecita (comprada), ramito, cenita y... arímate pallá , Maricrú, que eso da mucho calor. Los amores de tilín sólo duran cuatro meses; los amores trabajados, cuatro años; y el matrimonio, lo que dure el patrimonio... y por eso lo llaman amor de verdad . San Pablo, que leía en griego y dió un golpe de mano refundando el cristianismo porque aquellos apóstoles galileos eran unos iletrados de gran lomo y olían a pescado, es probablemente quien mejor definió el amor. Y lo curioso es que lo hizo con esas circunvalaciones escolásticas de lo adversativo, argucia intelectual en la que después se consagró el de Aquino, don Tomás, es decir, san Pablo no quiso decir qué es el amor, pero sí lo «qué no es»: «El amor no tiene envidia, no quiere aparentar, no se jacta, no actúa con bajeza ni en interés propio, no se deja llevar por la ira y no se alegra de la injusticia». Y concluyó: «El amor lo disculpa todo, todo lo cree, todo lo espera y todo lo soporta»... Los primeros cristianos causaban admiración en la antigua Roma y de ellos decían los patricios y paganos: ¡Mirad cómo se aman! Ya. Pero esa definición paulina del amor nació porque se vio obligado a escriturarla en su famosa carta a los Corintios del año 57 (epístola calzada en toda boda que se precie) porque en aquella comunidad griega había muchísimo lío montado por abusos, escándalos, pleitos entre ellos y desórdenes a la carta -asegura la historia-, dividiéndose la fraternal peña entre partidarios de Pedro (los integristas del origen), los de Pablo (revisionistas), los de ¡Apolo! (lo malo conocido) y hasta unos corintios que creyeron necesario inventar el ¡partido de Cristo! (la alternativa), mientras crecía el escándalo propio y ajeno por las entretenidas ensaladas de tortas y voces que se servían en las asambleas eucarísticas y ágapes donde algunas mujeres se tomaban libertades que enrojecían las ganas (a las paisanas no las tragaba san Pablo, ni había para ellas Cristo que las fundara; de eso le acusan mayormente sus detractores). Postdata: el san Valentín honrado en su sepulcro no es él, sino el cuerpo del ricacho que edificó aquella iglesia.

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